Agenda Cultural UdeA - Año 2011 NOVIEMBRE | Page 21

ISBN 0124-0854
N º 182 noviembre de 2011
Durante semanas , en la soledad de La Armenia , bajo la sombra de un higuerón , Lisandro descifraba los misterios de aquella maravilla que no cesaba de retar su natural inventiva . Le sacó muchos sones , incluso se impuso la tarea de reproducir los cantos que en las voces de sus creadores viajaban por la orilla del río Magdalena y pernoctaban en las fincas de las sabanas magdalenenses y del viejo Bolívar . Para los habitantes de La Armenia , las melodías que salían del rancho debían ser el producto de una especie de “ empautamiento ” con el mismísimo demonio , pues mientras Socarrás aserraba , el acordeón tocaba , él solo , melodías para todos reconocibles como La hija de Amaranto y Altos del Rosario de “ El negro ” Alejo Durán , y la Cumbia cienaguera de Luis Enrique Martínez , que desde dos o tres años atrás se escuchaba en los radios que , por la época , eran exclusividad de las familias acomodadas de Plato y El Difícil . El misterio del acordeón de Socarrás sólo se descifraría en la Nochebuena de 1954 .
Raimundo Meza , a quien lo asistía el temperamento del buen patrón , organizó una celebración navideña para sus peones y la gente de La Armenia , donde Socarrás mostraría su talante de acordeonista
experimentado . Por aquellos días , las mujeres hablaban en las cocinas y en los lavaderos de las dimensiones que tomaría el convite , y los hombres aperaban , solícitos , el bastimento y el ron para el que sería el más nombrado ágape del que se tuviera noticia . Pero a Socarrás no se sabe qué gusanillo le dañó el alma , y en la Nochebuena , en menos de lo que canta un gallo , quedó en un rincón durmiendo una prematura borrachera , y su acordeón , su pobre acordeón , quedó tirado en un catre , sin alma , sin vida . Lisandro , quien sólo había ingerido algunos tragos cortos y que en ningún momento le había perdido el rastro al acordeón , se arriesgó , lo tomó sin que nadie lo autorizara , y se lo llevó al pecho con decisión , al tiempo que le decía a su primo : — Ery , rápido , coge la guacharaca , vamo ’ a tocá . —¡ Estás loco !— le replicó , mientras con vacilación la tomaba , presionado por su mirada insistente .
Los convidados , que no terminaban de lamentarse por la flojera de Socarrás , quedaron en suspenso cuando el hijo del patrón registró en el acordeón con nerviosismo , a manera de calentamiento , los primeros compases melódicos . Mas fue sólo un instante : La hija de Amaranto