ISBN 0124-0854
N º 174 Marzo 2011 de
De acuerdo con ello, vale la pena pensar en los nuevos escenarios que la cultura le abre a la universidad, dados los procesos de apertura y movilidad académica que demandan el conocimiento y respeto por las diversidades culturales; la presencia cada vez más amplia de estudiantes indígenas y afrocolombianos en las universidades; la necesidad de hacer realidad el proyecto de vida educativo y cultural de personas en situación de discapacidad o desplazamiento, con unas opciones sexuales diferentes o credos y maneras de ver el mundo diferenciadas, como retos que la inclusión cultural les plantea a los procesos educativos; el reconocimiento del papel que la universidad tiene como actor cultural en el territorio y su contribución desde la formación y la investigación al desarrollo cultural de los municipios y de las regiones; la necesidad de producir conocimiento que dé cuenta de los procesos culturales, la formación técnica y tecnológica para la cultura, y el creciente reconocimiento del papel que los saberes tradicionales y ancestrales tienen en el desarrollo del conocimiento, entre otros.
Maryluz Vallejo, en el texto“ La Universidad como mediadora de cultura” 6 afirma:“ la pregunta por la universidad y su lugar en la sociedad como entidad instituida o instituyente, en términos de Castoriadis, es lo que, a mi juicio, está en juego. Creo que es muy interesante este momento coyuntural para re-pensar la universidad. Ante la casi imposibilidad de cambiar desde arriba la institución universitaria por falta de voluntad política o porque aunque se decreten cambios es difícil que se asuman por obligación, sí creo que es posible ir transformándola desde las prácticas
concretas, desde los ámbitos particulares que a ella le atañen. Quiero insistir sobre las prácticas, sobre las maneras de hacer que en definitiva son las que configuran el carácter, los ' caracteres ' si le hacemos caso a las enseñanzas de Aristóteles. Esto significa que si se establecen nuevas relaciones de enseñanza, otros comportamientos frente a la autoridad, la participación, la reflexión, en últimas, otra performatividad, se podrían suscitar cambios correlativos en el comportamiento, en definitiva en la cultura de los seres humanos en sociedad”.
Refiere con ello la autora que el sentido profundo de la institución educativa se centra en ser“ mediadora en la construcción de cultura”, lo que en el caso de las instituciones de educación superior significa que el proyecto educativo, desde las funciones de docencia, investigación y extensión, debe propender por hacer“ que el ser humano pueda desplegar su propia naturaleza como inaugurador, como iniciador, como permanente creador, la coloca como una institución privilegiada en el desarrollo del proyecto de la humanidad y le otorga la posibilidad de ser forjadora de comunidades. Esto implica que a través de la universidad se ponen en juego los sistemas simbólicos, los sistemas normativos y los sistemas de expresión de las diversas localidades donde están insertas, lo que da a los individuos un arraigo y unos fines” 7.
En este sentido, de acuerdo con la autora, construir universidad es construir y apropiar nuevos sentidos culturales que, más allá de los recursos culturales, nos permitan asumir lo cultural, no como un espacio determinado en una estructura, o como una actividad esporádica, masiva o