Agenda Cultural UdeA - Año 2011 FEBRERO | Page 10

N º 173 Febrero de 2011
Aproximadamente una semana después llegó mi prima Maryan para vivir conmigo. Me preguntó si podía recogerla durante el fin de semana en una casa de Zuid-Holland; había ido a visitar a una amiga, a la que conocía desde el tiempo en que había llegado a Holanda. Ambas estuvieron en su momento bajo la tutoría de la fundación De Opbouw y se hicieron amigas: se divertían juntas y calzaban zapatos con tacones muy altos.
En aquella dirección de Utrecht me encontré un lío fenomenal. La casa entera apestaba a orina. Dos niños pequeños de unos dos años correteaban con pañales que nadie les cambiaba. Había pañales sucios arrojados por toda la habitación. La amiga de mi prima, en cuya casa estábamos de visita, se llama Anab. Tras ofrecernos té, se dirigió a la cocina donde permaneció un buen rato.
Mientras permanecía sentada en un banco con Maryan, allí en Utrecht, y Anab preparaba té( creo que fue incapaz de encontrar lo necesario, pues nunca vimos el té en cuestión), Maryan dijo:“¿ Ves aquellas cintas de vídeo? Son sólo porno. Porno duro. El marido de Anab las alquila y la obliga a que las vea y a hacer todas las locuras que aparecen en ellas. La
ha violado analmente. Le hace cosas tremendas”.
En ese momento reconocí las historias: esta joven es la misma Anab que conocí en la oficina de la policía de La Haya. Mientras su violador está entre rejas, la familia ha decidido que la abusadísima Anab se desposaría con un primo, puesto que ya no era virgen. Al abuso sexual,“ que jamás sucede en nuestra familia”, se le ha echado tierra encima. El nombre de la familia ha quedado limpio.
Tras hacer algunas indagaciones, resultó que casaron a Anab después de que cumpliera dieciocho años, la edad en que la fundación De Opbouw se desentiende de la vigilancia. Probablemente, su primo padecía algún tipo de deficiencia, y de otra manera nunca hubiera podido tener una mujer. Así que la familia le dijo:“ Tenemos una mujer para ti, y será tuya, pero debes mantener la boca cerrada sobre todo aquello que le sucedió”. Después de años de padecer abusos de su medio hermano, ahora era el primo con el que la habían casado quien abusaba de ella.
Anab se había escapado en un par de ocasiones, y el servicio social la atendió. Pero acabó volviendo