ISBN 0124-0854
N º 183 Diciembre de 2011 muchos encorbatados, y por último la de la Alcaldía. De otra lancha pequeña, bajaron un marrano blanco y mercado para un batallón.
A las tres de la tarde las inversiones se acercaban a veinte mil millones, pues, reunidos en el mejor rancho del caserío, todos los concejales y asesores financieros del alcalde le habían sugerido a Paulino varias formas muy rentables para invertir esa platica, diciéndole que, si no la invertía bien, se le iba a ir volando o se la podía robar más de un aprovechado que había por ahí. Todo con la avenencia del cura, que estuvo presente para proteger al negro de las malas intenciones de ― quién sabe quién ‖.
Al anochecer, todos borrachos, partieron el alcalde con su gente, el cura con sus devotos, los expatrones de Paulino y muchos de sus ahora ― amigos del alma ‖. El alcalde dejó dos de sus escoltas, también borrachos, para que amanecieran al lado del santuario; el obispo bendijo la casa de los Lemus, puso encima del sufragio su escapulario más preciado y, al lado, una biblia con letras doradas.
En total, tirados donde los cogiera el sueño, como acompañando a los deudos
Jonathan Carvajal, Turrrbaldo, lápiz de color y rapidógrafo de color.
de un muerto y exhaustos por una noche y un día completos de desafueros, quedaron en Bagresito una docena de amigos de Vegandó, los vecinos de los siete ranchos del caserío y otros borrachos que nadie conocía.
A la media noche, el silencio usual de Bagresito hacía parecer que nada había ocurrido.
La lancha llegó con motor apagado, aprovechando la corriente. Montó la proa al barrizal. Iluminados por la luna menguante, bajaron uno a uno doce guerrilleros y luego el comandante Samuel. El concejal Arango, que no había recibido más de dos cervezas en la tarde, se quedó en la lancha con el lanchero. Seis hombres se ubicaron alrededor del caserío, cuatro se pararon entre los ranchos, dos afuera de la casita Lemus, y el comandante, esquivando borrachos y