ISBN 0124-0854
N º 166 Junio de 2010
Lisandro Segundo Meza , “ El Chane ”
En las noches plenilunares , mientras los adultos reunidos en los patios conversaban o escuchaban los relatos de decimeros y cantores , los niños jugábamos a “ la libertad ”, al “ cinturón escondido ” o a cualquier otro juego donde , por ley , tuviésemos que correr . Esas carreras a “ pata pelá ” y a oscuras por las calles empedradas , dejaban sus consecuencias : más de una vez , la piel del dedo gordo del pie de los espontáneos atletas quedaba tapizando las piedras y muros de las calles del pueblo y al día siguiente , el inevitable “ pondo ” doloroso cobraba con creces el despilfarro de energía , no obstante las advertencias de los mayores .
Muy pronto llegó la experiencia de la escuela . Ingresé a la escuela Santa Rosa de Lima , hoy convertida en colegio de bachillerato , donde debí aprender la cartilla abecedario en el menor tiempo , pues las rígidas exigencias académicas así lo establecían . Al año siguiente cursé el grado primero en la misma escuela y fue entonces cuando por primera vez enfrenté a la terrorífica “ María Dolores ”, pues el profesor Tiberio utilizaba siempre una regla de guayacán que causaba estragos en la clase de matemáticas . No olvidaré nunca que cuando el profesor daba la orden , debíamos iniciar las interminables rondas de preguntas y respuestas sobre las tablas de multiplicar y quien no respondía correctamente , se llevaba un certero golpe en la palma de la mano . El temor que “ María Dolores ” generaba , nos llevó a inventar una contra : dos pestañas dispuestas en forma de cruz en la palma de la mano tenían el poder de partir la regla al contacto con la piel . ¿ El resultado ? El conjuro casi me deja sin pestañas , la regla del profesor Tiberio permaneció intacta , y de las tablas de multiplicar , debo confesar , que aún olvido una que otra operación .