Agenda Cultural UdeA - Año 2010 JUNIO | Page 25

ISBN 0124-0854
N º 166 Junio de 2010 cuatro , cinco y seis años . Eran los hijos menores del tío Humberto , quien , finalmente , completó dieciséis vástagos : catorce varones y dos mujeres con la misma esposa , por supuesto .
Midiendo nuestro natural talento , le dimos palo a cuanto pote encontramos en las andanzas cotidianas . Nuestra mayor alegría estaba en hacer sonar rítmicamente los palos y las latas oxidadas que la imaginación infantil y el fervor convertían en instrumentos musicales . La camaradería que de allí nació y el saber que fuimos construyendo , han sido fundamentales para mi ejercicio profesional pues , jugando al músico , forjé la conciencia que ha dado claro fundamento a mi ser y que me ha permitido entender el valor inmenso de nuestras tradiciones , en particular el de nuestra música autóctona .
De esa época también recuerdo el despertar de mi pueblo . Las voces de hombres y mujeres en habitual alharaca , anunciando las más suculentas viandas destinadas a enriquecer el menú del desayuno palmitero , acompañado de los primeros rayos del sol . Mi abuela materna , Silvia Quiroz , madrugaba y , atenta , observaba el paso de los vendedores de empanadas de carne , buñuelos de fríjol , arepas de maíz ,
bollos de plátano … y , de entre todas esas delicias criollas , escogía las que cada día harían parte del desayuno que a primera hora me servía , con gesto materno , acompañado de un humeante pocillo de café Almendra Tropical hecho por ella en su fogón de leña .
Otras mujeres que iban con paso acelerado para las matanzas , hacían parte del paisaje tempranero de mi pueblo . Las matanzas eran — en ese tiempo — las casas donde sacrificaban reses y cerdos para el consumo diario .
Las mujeres , al llegar allí , siempre se disputaban el turno para comprar los mejores chicharrones y demás productos que destinaban al desayuno de sus familias . En mis recuerdos , sus voces altaneras se confunden con las chillonas de los niños que los negociantes de matanzas contrataban para que , a puro pulmón , anunciaran por todo el pueblo el local donde cada día se efectuaba el sacrificio y la venta , luego de que el anuncio se había realizado por los altoparlantes de los teatros Santa Rosa y Libertad , que eran las empresas más tecnificadas en esos tiempos , cuando el cine mejicano estaba en pleno apogeo y cuando en mi pueblo no había matadero , ni plaza de mercado , ni mucho menos fluido eléctrico .