ISBN 0124-0854
N º 166 Junio de 2010
Un diálogo eterno con mi acordeón
Lisandro Segundo Meza , “ El Chane ”
Lisandro Segundo Meza , “ El Chane ” con sus hermanas
N ací un once de diciembre , en los Palmitos , Sucre , un pequeño poblado de gente laboriosa y noble ; allí transcurrió mi infancia . Mi madre , “ la niña Luz ”, decidió que me llamaría Lisandro Segundo , en homenaje a mi padre , Lisandro Meza — el patriarca de la Sabana —, a quien ella ha amado incondicionalmente por más de cincuenta años . Soy el hijo mayor de siete hermanos , y , según mi madre , vine al mundo a cumplir el encargo de convertir en música cuanto sonido se dejara escuchar por la Sabana , y más allá de sus confines .
Con complacencia recuerdo que ya grandecito corría como un pollino hasta la casa de mi tío Humberto Quiroz . En una ocasión , recuerdo claramente , corrí desaforado en busca de mis primos para darles la noticia de que las galletas del tarro Noel , que mi mamá tenía en la cocina , ya se habían terminado — proceso que como auténticos pillos habíamos acelerado — por lo que ya podíamos utilizar la lata como caja para completar el conjunto , del cual teníamos la guacharaca y el cencerro . En ese tiempo mis primos eran diez , todos varones , y mis contemporáneos secundaban con decisión todas mis inquietudes musicales .
Aquellos fueron buenos tiempos , pues con ellos encontraba lo que en casa no tenía , dado que a mis dos hermanas , las que me seguían en edad , no les atraía , en lo más mínimo , mis gracejos musicales . Tenía cuatro años cuando comencé a jugar al músico con mis primos Luis , Carlos , Olimpo y Oswaldo , quienes a la sazón contaban tres ,