Agenda Cultural UdeA - Año 2010 FEBRERO | Page 22

ISBN 0124-0854
N º 162 Febrero 2010 luego acercarse lentamente. Durante un par de minutos voló sobre las instalaciones del club, antes de comenzar a descender sobre la cancha de fútbol a la izquierda del coliseo. Mariana se puso de pie. El ruido de las aspas ahogó el rumor de las conversaciones, las copas de los árboles se agitaron con violencia. Alguien anunció que era el gobernador. Otro, que se trataba del comandante de la Cuarta Brigada. Alguien más, que era el gerente de la Aerocivil.
— Es el Patrón— anunció Esteban Mejía con toda tranquilidad, como si hubiera estado esperando su llegada.
Mariana aplaudió de nuevo con las manos untadas de chocolate. Marcela sacó un Kleenex del bolso multicolor.
—¿ Cómo sabrá que es él?— preguntó Laura.— No tengo ni idea— respondió Marcela, tratando de limpiarle los dedos a la niña.— A lo mejor reconoció el helicóptero.— Puede ser. Laura, ¿ el doctor Martínez no iba a venir?
— Papá le pidió a Juan Camilo que se encargara de rematar la yegua baya. En el último minuto cambió de parecer.
Apenas las aspas del helicóptero dejaron de girar, el piloto abrió la puerta y descendieron tres hombres que comenzaron a acercarse a las tribunas. Al comprobar de quién se trataba, la gente comenzó a hacer preguntas a media voz. Un amigo del doctor Martínez se despidió apresuradamente. Los adolescentes miraban sin disimular el asombro. Mariana preguntó quiénes eran esos señores. Efectivamente se trataba del Patrón, el pintoresco personaje que estaba convirtiéndose en leyenda por la habilidad para amasar una fortuna a partir de la nada aparente, por las obras de caridad que le daban tanta fama. Repartía viviendas entre los pobres, construía canchas de fútbol para los jóvenes de las barriadas, reparaba campanarios de las iglesias, financiaba a los sacerdotes para las fiestas religiosas, pagaba hospitalizaciones, deudas ajenas. Laura lo vio pasear la mirada por el lugar, registrando hasta el último detalle. El potro que acababan de rematar, el