ISBN 0124-0854
N º 168 Agosto de 2010 culturales de apertura y globalización, la reactivación económica después de 1998 y la exacerbación del consumo que los multiplicó hasta el punto de hablarse hoy de una saturación. En 35 años, el país pasó de tener dos centros comerciales en los años setenta, a contar en el 2008 con cerca de cuatrocientos. La euforia constructiva de los últimos cinco años señala un ritmo de veintitrés por año, lapso en el cual se han construido los centros de mayor tamaño. Vale destacar que estos proyectos no se han quedado en las grandes ciudades como Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla, pues se han extendido a las capitales intermedias como Armenia, Bucaramanga, Cartagena, Cúcuta, Ibagué, Neiva, Pasto, Tuluá, Sincelejo y Villavicencio, entre otras, y a las pequeñas poblaciones del país; entre estas últimas, el caso del centro comercial Centro Chía, en el municipio de ese nombre, puesto en funcionamiento en 1992, y considerado el primer centro comercial rural.
En suma, los centros comerciales se erigieron como referentes urbanos y lugares de interacción de los distintos grupos sociales; son sitios que la misma gente observa como espacios para“ compartir con las personas cercanas” o con“ la familia”, para la socialización entre adolescentes, ir con amigos, en“ plan de conquista” o simplemente“ relajarse”, variables que resultan de un estudio realizado por Fenalco en el 2007, acerca de cuáles son los puntos que tienen en cuenta las personas a la hora de visitar un centro comercial y cuáles son las actividades
que desarrollan allí. La recreación, el esparcimiento y ciertas ofertas culturales han sido trasladados a estos lugares bajo principios rectores como la asepsia( en todos los órdenes, incluido lo social), la seguridad y la comodidad. En un ambiente predominantemente artificial donde el clima exterior se pierde como referencia, lo mismo que la certeza del día y la noche, se generan estos espacios autocontenidos y de ensimismamiento, todo bajo la premisa fundamental del consumo. De ahí que en el proceso de sacralización mercantil, la sociedad terminó por convertirlos en los“ templos de consumo”, de acuerdo con el término acuñado tiempo atrás por George Ritzer. En este sentido, pasaron de insertar en sus espacios una capilla— como en El Tunal—, o de llevar los oficios religiosos dominicales a sus plazoletas, a convertirse en el propio templo. Término este que se queda corto, pues en el medio colombiano sus mismos promotores y publicistas los elevan al rango de“ catedrales”:“ Los centros comerciales de hoy se asemejan a las grandes catedrales de los siglos XVII y XVIII que lograban la admiración de la gente. Hoy, ese embeleso es causado por las que podríamos denominar „ las catedrales del siglo XXI ‟”, como dice con grandilocuencia y sin reato una revista publicitaria. 4
4 Casa Editorial El Tiempo,“ Centros comerciales”, Publicaciones Especiales, N.º 4, Bogotá, Casa Editorial El Tiempo, 2007.