Agenda Cultural UdeA - Año 2010 AGOSTO | Page 15

ISBN 0124-0854
N º 168 Agosto de 2010
Centro Comercial Villanueva, Diseño de L y LH Forero Arquitectos( Laureano Forero y Luz Helena Ceballos), 1981, Medellín, foto de Luis Fernando González
En el caso de los pasajes de las ciudades europeas, se trataba de corredores en interiores de manzanas, que iban de calle a calle, formando parte del entramado urbano, pues no quedaban aislados de la ciudad, sino que estaban dentro de ella. En cambio, el modelo norteamericano solo retomaba una especie de calle cubierta, ahora convertida en un pasillo, con profusión de locales y parqueaderos, además de la climatización como una necesidad funcional para vender sin importar las condiciones de frío o calor; este modelo se traducía en una gran isla de consumo que solo se conectaba con la ciudad mediante las vías y el automóvil.
De alguna manera, ese mismo modelo norteamericano fue el que se trató de implementar desde los años setenta en las ciudades colombianas, pero ni el contexto urbano ni las realidades sociales, culturales y aun económicas eran las mismas de Estados Unidos, de ahí que varios sectores lo rechazaran de
manera contundente, especialmente los sociólogos y los urbanistas, que criticaron el alto impacto de estos dentro del tejido urbano, pues podían reemplazar el uso de los verdaderos espacios públicos, como la plaza, el parque, la calle o el paseo urbano, sin que en estas nuevas construcciones se generaran dinámicas de socialización y encuentro para los ciudadanos. A pesar de tales críticas, este tipo de proyectos comenzaba a posicionarse como nueva forma de urbanismo: Unicentro de Bogotá recibió, en 1976, una mención de honor en diseño arquitectónico, y Almacentro de Medellín obtuvo, en 1983, el Premio Nacional de Arquitectura.
El deterioro urbano, la inseguridad, el clima de violencia, el abandono del espacio público, fueron, entre otros, factores que contribuyeron a la incorporación de los centros comerciales en la ciudad y a su aceptación paulatina por parte de los habitantes. Sin que desaparecieran los pequeños lugares de encuentro, las tiendas y las pequeñas plazas de mercado, éstos debieron ceder parte de su accionar a las grandes superficies. Con ellas se aunaron el consumo y las nuevas formas urbanas de recreación, encuentro y ocio. Inclusive, ya en los años ochenta, se les señaló como una oportunidad de ser“ verdaderos reordenadores urbanos y servidores de la comunidad”; por lo tanto, fueron catalogados como bienes urbanos que debían ser aprovechados y cuidadosamente diseñados para este beneficio.