Agenda Cultural UdeA - Año 2009 SEPTIEMBRE | Page 5

ISBN 0124-0854
N º 158 Septiembre de 2009
difícil dialogar con los muertos cuando los teatros están construidos sobre fosas comunes y es aun más difícil de hacer audible estos diálogos cuando los oídos del público están saturados. En mi elenco del Schauspielhaus de Bochum, junto con Frank-Patrick Steckel, tratamos de fundar nuestra labor teatral en la postura del ángel que sobresale en las obras de Georg Büchner y de Heiner Müller, eje importante de nuestro trabajo escénico. Las puestas de Cemento o de Germania, Muerte en Berlín fueron éxitos rotundos, el público se entusiasmó y la crítica fue elogiosa, pero en el fondo sentimos el fracaso. El público aplaudió más la forma que el contenido; los críticos elogiaron nuestro discurso, pero se quedaron indiferentes a la realidad inscrita en él. No compartían ni la irritación de Heiner Müller ni la nuestra, tampoco el afán de comprender algo. Ya sabían todo. Para ellos el producto era autorreferente, como todo lo que presentan bajo la perspectiva de venta y de compra en sus revistas y periódicos: ahogaron el tema en el pantano semiológico. Nuestra falta principal era no interrogarnos bastante sobre el por qué de tales actitudes. Estábamos demasiado ocupados con el trabajo de luto sobre el fracaso del socialismo en Cemento y preocupados por el origen y destino dudoso de dicha Germania en que vivimos.
Detrás de Heiner Müller estaba Bertolt Brecht, el que había escrito— con mucha razón— que el crimen lleva apellido, dirección y cara, y también su tatarabuelo Friedrich Schiller, para quien el escenario es un tribunal. Brecht nos entregó herramientas importantes que no quiero abandonar: alejar lo que quiero examinar para entenderlo mejor( el viejo principio de investigación empírica de Bacon) que es también uno de los puntos de salida de la estética del teatro épico, así como considerar el proyecto teatral como modelo de experimentación social y política. Con la pedagogía pequeña y grande de su teatro didáctico soñé durante mucho tiempo el viejo sueño utópico de que el teatro tiene su prolongación revolucionaria y subversiva en la vida real, incluso cuando las obras mismas del maestro Brecht me aburrieron muchísimo. Sin embargo, comparto con Heiner Müller la convicción de que el teatro didáctico ya no es posible, no por ser aburrido, sino por las mismas razones históricas que hacen triunfar el capitalismo a nivel planetario. Estoy convencido de que estamos más cerca de la barbarie que de la solución de los problemas, más cerca de otro momento definitivo de verdad: la implosión histórica que puede ser el fin de la especie. Siento la necesidad de tematizarlo en el escenario, no por apocalíptico, sino por realista.