ISBN 0124-0854
N º 159 Octubre de 2009
Al llegar a la casa , la mano de Matís me tomó suavemente por el codo para subir a la segunda planta . Pude ver la cara del prusiano reflejada en los inmensos espejos que adornaban las habitaciones , sus ojos se encontraron un momento con los míos y leí en ellos el enfado que tenía . Sin prestarle atención a su mirada inquisitiva , comenté en voz alta , para restarle importancia , la riesgosa travesía que debieron correr tales espejos para traerlos desde Europa hasta Santa Fe , sobreviviendo intactas sus lunas en el barco y en los lomos de las bestias . No alcanzó a contestar mi comentario porque al momento los hombres en el salón se lo llevaron con el fin de interrogarlo sobre la situación de Europa . Pronto pareció olvidarse de mí , le vi reír y seducir a todos con sus frases agudas , mientras las mujeres lo rodearon como mariposas . Con una discreta devoción Francisco Matís , a mi lado , me hablaba de sus plantas tratando de interesarme en su uso medicinal . Con mucha habilidad tendió un cerco en torno a mí , no permitiendo que ningún hombre se me acercara ya que su conversación sobre las plantas y los detalles de su fisonomía se imponían ante cualquier otro comentario absorbiendo la conversación , excluyendo a los demás al tener sus ojos fijos en los míos .
A la hora de la comida unas indias trajeron a la puerta las bandejas , dos criadas mestizas las recibieron y las llevaron a la mesa sirviendo los platos con abundante carne de res y cerdo . Poco sabía Matís de mi rechazo por comer carne y con mucha diligencia me alcanzó un plato , al que me negué contándole mi preferencia por los vegetales . Pareció encantarle la idea de continuar su conversación sobre las propiedades de las plantas . Una jarra de barro con agua fresca que