ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
Tomás: En eso te equivocás. La Luna de Galileo no es la misma de Aristóteles porque los dos habitan mentalmente en mundos muy distintos, y así vean los mismos fenómenos, los interpretan de manera muy diferente, que es lo que se puede apreciar en las discusiones referentes a la Luna de la primera jornada.
Eliza: Y hablando de la Luna, ¡ qué Luna la de anoche!
Tomás: Se veía muy impresionante porque el cielo estaba muy despejado.
Eliza: No sé si era mi impresión, o estoy sugestionada con todo lo que he leído sobre la Luna, pero anoche la veía más grande y más luminosa que nunca. ¿ No es cierto que cuando está saliendo, la Luna se ve más grande?
Tomás: Sí, pero me parece que es, fundamentalmente, una ilusión óptica, debida a la cercanía con el horizonte.
Eliza: Pero anoche sí estaba más luminosa que en otras noches de Luna llena.
Tomás: Anoche la atmósfera estaba muy limpia porque había llovido por la tarde, y además no había nubes. Eso hace que el cielo se vea más oscuro porque hay menos partículas en suspensión que dispersen la luz, y en contraste con la Luna completamente iluminada, ésta se ve más brillante.
Eliza: ¿ Cómo explicaría Simplicio, el aristotélico, el hecho de que a veces la Luna sea vea más luminosa, cuando se supone que por ser perfecta e inmutable debería tener siempre el mismo brillo?
Tomás: Supondría, como acabo de hacerlo yo, que se debe a fenómenos atmosféricos. A propósito, me sorprendió que la explicación de Simplicio de las manchas de la Luna no fuera atribuida a fenómenos atmosféricos, como creo que hicieron algunos escolásticos de la Edad Media, sino a la falta de uniformidad de su transparencia.
Eliza: Sí, pero compara a la Luna con las perlas y las piedras preciosas, cuya magnificencia se puede apreciar justamente debido a esas irregularidades, que son las que les dan valor al exhibir sus diferentes matices y tonalidades.
Tomás: Galileo no era tan ingenuo como para hacer que Simplicio pareciera un idiota, lo pinta tan inteligente y recursivo como puede, como para después mostrar que ha derrotado a un adversario formidable. Además, la explicación sobre las manchas de la Luna como debidas a un fenómeno atmosférico no resiste la evidencia de que siempre se ven las mismas manchas y en el mismo lugar, de modo que, indudablemente, son algo que pertenece a la Luna.