Agenda Cultural UdeA - Año 2009 JULIO | Page 51

ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
Pléyades, que son una agrupación de estrellas muy jóvenes formada hace apenas cien millones de años, que aún tienen alrededor restos de nube de la que se formaron, y que son más de siete.
La astronomía ha estado en la columna vertebral de la historia humana, y especialmente de las ciencias físicas, y compartió durante muchos siglos la ropa con su hermana bastarda la astrología. Es curioso que la astronomía no fuera llamada astrología, nombre bastante esperado para la ciencia de los astros, pero dada la creatividad de la mente humana, el temor por lo desconocido y la inflexible educación de los sacerdotes de la magia, el nombre de la ciencia que estaría dedicada al registro de los astros fue usurpado por las historias de los influjos directos de los cuerpos celestes sobre la vida cotidiana. No le quedó otra opción a la astronomía que introducir el sufijo para ley, nomos, nomía. Hubo de pasar mucho tiempo para que la visión del universo dejara de ser lo que el hombre deseaba, y se ajustara con precisión a lo observado. Pero una vez registrada la mutabilidad del cielo, por ejemplo con la aparición de una estrella nueva con la que en 1572 un joven astrónomo danés importunó a unos asombrados campesinos preguntando qué veían, ya que él, contaminado por la educación de su época, no daba crédito a su vista. Con esa aparición, caían 1.900 años de historia y de ciencia aristotélica. El verdugo: Tycho Brahe. Tan importantes sus aportes y tan precisas sus medidas, entre las que se encuentran: primero, la comprobación de que los cometas no eran fenómenos sublunares, sino que ocurrían a gran distancia y, segundo, el registro de los movimientos del cielo que llevaron poco tiempo después a que el alemán Johannes Kepler formulara las leyes del movimiento planetario; leyes tan importantes, que el cráter más grande de la Luna— fácilmente observable en plenilunio—, lleva su nombre.
Para ser astrónomo de corazón, para aprender a conocer el techo que nos es común a todos, no se precisan grandes telescopios ni algún otro equipo sofisticado. Sólo abrigo, mucha, pero mucha paciencia si te encuentras cerca a Medellín, una buena carta celeste, un par de tintos si has trabajado hasta tarde, una linternita cubierta con celofán rojo, buena compañía o no ― pero mejor con buena compañía ―, y, sobre todo, mucha imaginación y capacidad de asombro. La ausencia de grandes fuentes de luz cercanas es capital, pero incluso en la ciudad el reconocimiento de las estrellas más brillantes y sus constelaciones es una buena experiencia para empezar. En poco tiempo se notarán algunas estrellas de colores, entre amarillas, anaranjadas y rojas. Sólo con el reconocimiento de esas estrellas, que suman cuatro en el cielo, visibles a ojo desnudo( Arcturus en la constelación Boötes [ el Boyero ], Antares en la constelación del Escorpión, Aldebarán en Tauro y Betelgeuse en el hombro de Orión), ya se puede saber que son estrellas gigantescas, en las postrimerías estrellas frías, que terminarán algunas como nebulosas planetarias, tal el caso de Arcturus y Aldebarán, lo que las hará extremadamente fotogénicas por gran tiempo, o como supernovas y luego estrellas de neutrones, en el caso de Antares y Betelgeuse.