ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
Después de esto estará bien hacerse a unos buenos binoculares que no tengan demasiado aumento: 10x será buena elección; procurarse noches despejadas en un municipio fuera de la ciudad, tranquilo y libre de luces, lejos de políticas y comercios que tengan la absurda idea de apuntar lámparas para iluminar el cielo, cuando el cielo debería dejarse como es bello: oscuro. Allí se tendrá una panorámica sorprendente, se verán tantas estrellas que, si no se aprendió a navegar bien por el cielo, puede terminarse perdido y abrumado. Pero paciencia. Seguro se podrá ver, entre el enjambre de estrellas, una especie de nube que no se va con el viento. La nube pasará de extremo a extremo. Esa será la Vía Láctea, un reguero de estrellas que los griegos pensaron como la leche derramada de la diosa Hera cuando dio de lactar a Heracles. Con los binoculares disfrutaremos, además, de cúmulos abiertos y cerrados que con toda seguridad la carta celeste nos señalará.
Es mejor, a pesar de la tristeza de los románticos, observar el cielo cuando no hay Luna; sobre todo, evitar hacerlo cuando la Luna está llena. Pero si estamos de mala suerte, la Luna como objetivo también puede ser un tema interesante. Sobre todo si intentamos reconocer los accidentes topográficos de la corteza. La Luna, como las estrellas, está llena de historias y lugares para redescubrir cuando deseemos. Por ejemplo, podemos buscar figuras como el conejo de la Luna que puede formarse de muchas maneras; el hombre de la luna, que es un rostro asociado con la maldad; el escarabajo pelotero imaginado por los egipcios, e incluso una bella figura llamada El Beso de la Luna. Las figuras ayudarán a identificar el nombre de los mares, los circos y los cráteres de la cara visible de la Luna.
Este cuerpo celeste siempre ha sido misterioso y todavía nos sigue sorprendiendo su origen. La teoría que mejor explica su proveniencia menciona que en una época temprana del Sistema Solar, cuando cuerpos rocosos grandes se habían formado pero viajaban sin alguna órbita fija, un protoplaneta del tamaño de Marte golpeó la Tierra desprendiendo una inmensa cantidad de restos incandescentes que orbitaron la Tierra en una especie de anillo; con el tiempo, la acreción del anillo formó la Luna.
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Algunas figuras de la luna. De izquierda a derecha, y de arriba hacia abajo: El hombre de la Luna, El conejo, El escarabajo, El beso de la Luna