ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
Un techo desconocido
Por: Danilo González Díaz *
Despertar en una habitación ajena es observar un techo desconocido. Pasas con cuidado la vista de un extremo al otro como preguntando a las grietas su historia. Cuando no encuentras respuestas— o lo que es casi lo mismo, cuando el techo no presenta grietas— te aburres profusamente y no queda otra opción que levantarte. Esta puede ser una de las pocas veces que mires con inquietud hacia arriba. Pues, cuantas veces se repita el experimento, habrá que sublevarse contra los resultados: a la mayoría de los hombres, pero sobre todo a los hombres de ciudad— tan ocupados sus días en el trajín de tráfico— les duele el cuello. Hemos olvidado en alguna esquina de la vida la perplejidad y el asombro; hemos cambiado la inmensidad del cielo por la mirada de la acera, para no tropezarnos, para no mojarnos los zapatos ante la inminente amenaza de un charco, mientras sobre nuestras cabezas pasa el Hubble como una estrella fugaz que no termina, o mientras pasa un cometa cuya cola cubre la mitad del cielo. Porque antes de que el hombre fuera médico o economista, ingeniero, músico o filósofo, fue astrónomo, pero luego lo olvidó.
Para ser astrónomo— de los que mi profesor llama astrónomo de corazón— no hay que estudiar cinco años física o astronomía en la Universidad de Antioquia, sólo hay que esforzar los músculos del cuello hasta que la barbilla forme algún ángulo por encima de la horizontal y observar detenidamente esos puntitos blancos del cielo, que las abuelas llaman“ luceros”, cuya luz fue emitida varios años atrás al inmenso espacio interestelar, y que a penas ahora llega a nosotros. Al observar al cielo se rompen barreras de espacio y de tiempo, nos transportamos a eventos pretéritos y descubrimos historias de leyendas; sabemos, por ejemplo, que Antares, la estrella en el corazón de la constelación del Escorpión es tan grande que en su volumen cabrían alrededor de 343 millones de estrellas como nuestro Sol y, sin embargo, es casi la mitad de fría que éste. Por supuesto que para entender los procesos físicos fundamentales que llevan a que estos eventos ocurran, sí hay que estudiar física o astronomía en la Universidad de Antioquia, pero para deleitarse con ellos sólo hay que recordar las preguntas que hacíamos en la infancia, como“¿ por qué la Luna nos persigue?” o“¿ cómo se llaman esas estrellitas?, ¿ las siete cabritas?” Luego sabremos que la Luna está a gran distancia y que las cabritas se llaman