Agenda Cultural UdeA - Año 2009 JULIO | Page 4

ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
de que nuestro satélite es un mundo completamente estéril; creo que no hace falta siquiera ser precavido para decir que lo único“ vivo” en la Luna son las esporas bacterianas, que deben estar hibernando, pegadas a los instrumentos abandonados por los astronautas del Apolo, de modo que si se diseñara una prueba para buscar vida, usar polvo lunar sería una excelente manera de demostrar, al menos, que la prueba no detecte vida donde no la hay.
La Luna al servicio de Einstein. Desde hace mucho tiempo es reconocido por los astrónomos que la Luna tiene uno de los movimientos orbitales más complejos del sistema solar. La razón se resume en una frase: menage a trois( un romance de tres). La Luna es poderosamente atraída por la Tierra, que determina las características generales de su órbita, pero el Sol juega un papel importante en su movimiento y es, finalmente, el que determina algunas de las peculiaridades más notorias de su movimiento, sin contar otras más tenues debidas, por ejemplo, a la no esfericidad de nuestro planeta. El movimiento de nuestro satélite natural ha sido descrito con precisión, incluyendo los más delicados efectos; para ello se ha usado la teoría gravitacional de Newton que, hoy sabemos, es sólo una aproximación de una teoría más fundamental inventada genialmente por Albert Einstein: la teoría general de la relatividad. Pero la diferencia práctica entre lo que predice numéricamente la teoría de Newton y la de Einstein es extremadamente pequeña, por lo que parece no ser necesario abrumarse con la más compleja teoría general de la relatividad para predecir un eclipse de Luna, o calcular la posición de nuestro satélite, de modo que una nave tripulada pueda encontrarla. Sin embargo, si se pudieran medir esas diferencias sutiles los científicos podrían convencerse aún más de la validez de la teoría de Einstein. El problema es que las diferencias podrían estar en un nivel que ni los mejores observatorios en la Tierra pueden conseguir. Sólo detectando la posición de la Luna con precisión de centímetros, y hasta milímetros, podrían hacerse las pruebas más rigurosas. Allí es donde un laboratorio lunar podría jugar un papel fundamental. En los setentas los astronautas del Apolo instalaron en la Luna espejos reflectores de haces láser enviados desde la Tierra precisamente con ese propósito. Sin embargo, detectar la reflexión de un láser después de viajar casi 760.000 km es un verdadero reto técnico. Si colocáramos una estación que recibiera el láser, y de forma“ inteligente” devolviera una señal a la Tierra, amplificada y coherente, se produciría un incremento importante en la precisión de nuestras medidas de la posición exacta de la Luna, la cual se convertiría, de este modo, en un laboratorio de relatividad general, aunque esas medidas, déjenme decirles, no servirían para mucho más que eso.
El backup de nuestras bibliotecas. Una de las amenazas más dolorosas que enfrentaría la humanidad ante la posibilidad de un evento de autodestrucción masiva, sería la eliminación accidental o voluntaria de la información acumulada durante siglos de observación, reflexión y construcción intelectual. Ciencia, religión y tradiciones milenarias desaparecerían en un tiempo mucho más corto del que nos habría tomado construirlo. Pues bien, la Luna podría ser un excelente lugar para salvaguardar este preciado bien que ha ido creciendo a un ritmo frenético durante los últimos siglos: nuestro