Agenda Cultural UdeA - Año 2009 JULIO | Page 18

ISBN 0124-0854
N º 156 Julio de 2009
improbable frase“ e ´ pur si muove”( y sin embargo se mueve) refiriéndose al movimiento de la Tierra alrededor del Sol.
El Cardenal ordenó ayer que me mostraran los hierros de la tortura. He visto esta mañana algunos, tal vez los menos hirientes, en la estancia que precede a la gran sala del tribunal del Santo Oficio. Debería sin duda agradecerles que por mis años no hayan decidido llevarme al lugar innoble donde los herejes son sometidos al metal ardiente, donde son atados hasta la confesión con los rudos lazos y condenados al dolor de huesos que viene de los potros y las ruedas de recias y punzantes maderas.
Ha sido sólo una advertencia. He visto en los ojos de mis verdugos la compasión ante el viejo que soy, pero también la mirada insolente y el gesto displicente y amenazante de quienes creen haber recibido la verdad; de quienes me han dicho que debo acogerme a las antiguas frases de Aristóteles y Tomás de Aquino. Pienso entonces en el orden del mundo que parece estar escrito en los antiguos libros y elevo mi mirada hacia los astros que me sugieren otra escritura, tal vez más pobre que las antiguas imágenes, pero seguramente más precisa y tal vez más cercana a los propósitos divinos. Es lo que he hecho en mi larga vida: intentar acercarme al orden secreto.
Recuerdo mis años en Padova y el telescopio que luego regalé al Duque de Toscana. Vi los densos racimos de estrellas de la Vía Láctea, los satélites que orbitan sin pausa en el pequeño sistema solar que Júpiter comanda; comprendí que el orden que he observado no es el querido por mis jueces; que la parsimonia que veo en los astros aventaja los pequeños deseos humanos y sobrepasa sus veneradas letras, hace naufragar las más amadas imágenes.
Yo, Galileo Galilei, recuerdo ahora a Bruno. Corre en Roma el año 1633 y he pensado largamente esta tarde en el hereje. No está lejos de aquí, del convento de Santa María sopra Minerva donde varias veces he comparecido, la antigua plaza de Campo di Fiori donde ardió Bruno cuando era yo un joven. Pienso que en las llamas no arden las ideas; sonrío ante el vano esfuerzo del poder de los señores de los Libros por oponerse a las leyes de un mundo que apenas adivinamos y que no nos está dado crear. Tal vez el fuego depure las ideas.