Agenda Cultural UdeA - Año 2009 FEBRERO | Page 3

ISBN 0124-0854
N º 151 Febrero de 2009
redundancia identitaria. Este proceso no es ajeno a la carencia comunicativa de la sociedad moderna, a la ausencia o difuminado del otro, a los propios déficit de identidad del sujeto.
Hoy, la televisión ha dado un paso más; con la renovación de los juegos-concursos y programas de entretenimiento se acentúa el cariz lúdico de la comunicación televisiva: después de la telerrealidad viene la tele-identidad, del juego con la realidad al juego con la identidad. Es patente en programas como Black / White, un programa de Estados Unidos de 2006, en el que los participantes negros se“ disfrazan” de blancos y viceversa, para ver qué pasa; Le château de mes rêves, en Francia, donde jóvenes de las barriadas conflictivas se inician a los buenos modales aristocráticos; Préstame tu vida, con su intercambio de papeles( un gay vive la vida de un bombero, y viceversa; una soltera se hace con el mando de una familia numerosa, etcétera) o Cambio radical, donde la cirugía plástica permite cambiar de personalidad, amén de diversos programas de coaching( asesoría) que cambian la vida de los participantes.
Con esto la televisión cumple cada vez menos una función referencial y crea mundos virtuales( en los juegos, en los realities, en las series), deviene cámara de eco del imaginario colectivo. Esta evolución no es baladí, entronca con las mutaciones que se están operando en los imaginarios y en la relación con la realidad, la tendencia a jugar con la realidad y con la identidad, la maleabilidad mayor del concepto mismo de realidad, erosionado por los avances de la ciencia y el desgaste del discurso público y de las prácticas políticas.
Parece como si en la postelevisión ya no interese tanto la realidad. Al“ cambiemos el mundo” del 68 sucede el“ juguemos con su representación” de la posmodernidad.
La televisión de hoy fomenta todas las transformaciones posibles. Por eso he calificado la postelevisión, jugando con las palabras, de transformista. Transformista en el sentido cabaretero del término: el gusto por el disfraz, la parodia, los dobles, el juego con el rol( incluso el sexual). Transformista, también, por esa capacidad que tiene el medio de deformar la realidad hasta llegar a lo grotesco y llevarla hacia los límites de lo fantástico.
¿ Es ésta una nueva versión de“ lo real maravilloso”, una visión que, partiendo de la realidad, la amplifica, manipula, transforma en su doble? Con ello se diluyen las fronteras entre lo informativo y lo ficcional. Más que nunca, la televisión está dividida entre la necesidad de informar y el deseo de espectáculo fomentado por la cultura de masas.
Si todo es posible, nada es real. Todo es posible en televisión ― en cuanto construcción de la realidad ― porque, en el fondo, nada es real, porque lo que ahí se representa no deja huella, no tiene pregnancia. El imperialismo del directo funda una realidad que se legitima por su propia enunciación.