ISBN 0124-0854
N º 148 Octubre 2008
Amílcar U. ― Felicite a esos arquitectos cuando hable con ellos ‖ fue el encargo que le dejó el gringo al poeta. Y es que en realidad a mucha gente se le ha escuchado decir que es un proyecto único. Mejor dicho, se cumplió lo que queríamos. La Ciudad Universitaria tiene identidad porque está de acuerdo con lo que somos nosotros. No es una copia de nada. Es un proyecto auténtico. A nosotros nos colmó realmente. Es nuestra satisfacción.
La Ciudad Universitaria fue un trabajo fascinante que me ligó por siempre con la Universidad de Antioquia. Con la satisfacción de que mi esposa, Consuelo Echeverri, fue una de las fundadoras de la escuela de música o conservatorio que funcionaba en la calle Pichincha donde hoy están las torres de Bomboná. Mi vínculo con la Universidad es entrañable en todas las formas, sobre todo porque todos mis hijos, cuatro mujeres y un hombre, estudiaron en sus aulas. Y aunque he vivido paso a paso muchas de las etapas de crecimiento de la Universidad, no tuve la oportunidad de formarme en ella.
Universitaria ‖. Estas palabras bastaron para que don Ariel – sin ínfulas de ninguna índole porque la sencillez fue el don que distinguió su existencia y marcó el ejercicio profesional de su arquitectura – dictara la más lúcida exposición sobre tres aspectos centrales en todo conglomerado humano: el carácter social que deben tener las obras públicas, la responsabilidad ética del arquitecto cuando tiene en sus manos dineros del Estado, y el compromiso de la arquitectura con una estética que privilegie la convivencia, la formación y la interrelación de las comunidades porque en el centro está el ser humano.
Nota La redacción de este texto fue estructurada con base en la entrevista que el arquitecto Ariel Escobar Llano concedió en febrero de 2001 – dos años y cuatro meses antes de su muerte – al periodista Alberto González Mascarozf. ― Hablemos de la Ciudad