ISBN 0124-0854
N º 141 Marzo 2008 de cualquier actividad que se haga pública, lo que comúnmente denominamos profesión, pero no de manera profesionalizante, no encaminada-como nos lo hace ver el Padre Alfonso Borrero, universitólogo por excelencia- a llenar cargos, a suplir las labores que el mercado requiere, sino, por el contrario, como trabajo en el sentido grande de la palabra; esto es, como poiesis, como producción, como creación humana, como lo que va configurando a la humanidad; así, somos profesionales porque profesamos lo que hacemos, porque podemos dar cuenta, dar fe de lo que sabemos y producimos de manera autónoma. ¿ No es esto lo que fundamenta nuestro proceso de decisión y donde se arraiga nuestra voluntad? ¿ Y no es ésta la base de la acción responsable, lo que nos permite responder por nuestros actos, dar cuenta de ellos?
Estas tres razones así enunciadas se quedan en un deber-ser, en un ideal. Aún así, me pregunto si ya no cambia algo al desplazar la función universitaria de ser guardiana de la ciencia a ser mediadora en la construcción cultural-
Juan Esteban Bustamante, grabado en madera, 2003. desde la ciencia, pero no
exclusivamente- al concebirla como conciencia de época y no tan pretenciosamente como emancipadora del hombre, y al resemantizar el sentido de lo profesional. Desde esta perspectiva ¿ cómo se especificarían y cobrarían densidad las trilladas funciones operativas de investigación, docencia y servicio / extensión que se le atribuyen a la universidad? ¿ Cómo cambiarían las maneras de ser y de hacer universitarias? Cuestionado de otra manera: ¿ cómo serían las formasotras de aprender, cómo procederían