ISBN 0124-0854
N º 144 Junio 2008
En un número dedicado a Mayo del 68 puede parecer , a primera vista , un poco caprichosa la inclusión de un reportaje de Gonzalo Arango al artista barranquillero * Álvaro Barrios ( 1946 ). No obstante , el evidente influjo de los movimientos artísticos de los sesenta sobre su obra , su propia cercanía con el dadaísmo y con el nadaísmo , su gusto por las tiras cómicas , hacen evidentes esos rasgos característicos de la generación : “ un clima de absoluta libertad donde conviven la nostalgia , los recuerdos , el surrealismo , el Arte Pop y el conceptual , en un mundo de poesía pura ”, como lo señala el crítico Carlos Arturo Fernández ( Arte en Colombia 1981- 2006 , Medellín , Universidad de Antioquia , p . 30 ). En un número monográfico de la revista Mundo , Juan Gustavo Cobo Borda señala , además , la relación directa de Barrios con la época : “ habría de vivir como propias las convulsiones de aquel tiempo : hipismo , misticismo oriental , fenómenos de reencarnación y algo que para él habría de ser esencial : el espiritismo ” (“ Álvaro Barrios . El testigo oculista ”, revista Mundo , núm . 23 , 12 de octubre de 2006 , p . 18 ).
Álvaro Barrios
Gonzalo Arango
Una playa en La Boquilla , junto a Cartagena . Era enero , un enero ardiente . Me sentía solo , infeliz . No venía nadie , ningún amigo , ninguna mujer , ni una carta . Desde mi playa salvaje era testigo de un agitado tráfico de aviones . Nubes de jets en el cielo dejaban a su paso un temblor luminoso . El silbido de bala de cañón espantaba los alcatraces . Me divertía la mar con este juego inocente entre los pájaros y los ángeles de hierro . ¡ Qué sol !
Cuando regresé al rancho de paja , Teresa Alegría me entregó un sobre que había dejado un “ turista ”. Contenía el saludo de un tipo que me deseaba felicidad . El
saludo estaba dibujado en tinta china . Eran unas alegorías extrañas , casi morbosas , que me impresionaron mucho . Al pie del alucinado dibujo había una firma : Álvaro Barrios .
No sabía quién era , no recordaba . Pero quien fuera el autor de esos “ monos ”, era un artista . Intenté escribirle . Allá era imposible . Mi alma se había oxidado de tanta dicha . Mi cerebro era un kilo de arena ardiente . Y además , me alimentaba tres veces al día . Perfectamente idiotizado , era un horror . Guardé el mensaje en el fondo de la maleta , entre unas conchas . Me