ISBN 0124-0854
N º 144 Junio 2008
La Primavera de Praga en la antigua Checoslovaquia( 1967-1968), la Masacre de Tlatelolco en México( octubre de 1968) las protestas estudiantiles en la España del general Francisco Franco( 1968), las manifestaciones en Argentina conocidas como el Cordobazo( mayo de 1969), las marchas contra la Guerra de Vietnam, al lado de las movilizaciones por los derechos civiles en Estados Unidos encabezadas por Martin Luther King, confluyen en ese“ Mayo francés”.
Si bien las distancias entre los sucesos y las características de cada uno de ellos dan la sensación de estar desconectados unos de otros, lo cierto es que en el fermento de cada movimiento estuvo como motor la altivez de los jóvenes que, asesinados en Tlatelolco, disueltos en Francia, reprimidos en Argentina y España e ignorados en otros tanto lugares, alteraron algunos de los cimientos de la cultura occidental.
Los muros pintados y los adoquines en el aire, bajo los cuales se prometía la playa, se recordarían por ser una forma de manifestar el inconformismo con lo que se vivía, y anticipaban lo que seguramente se experimentaría en adelante; se conmovían los muros y las calles de las ciudades, convirtiéndose esto en un signo incontestable del estremecimiento de la sociedad.
“ Fuimos héroes anónimos sin saberlo, sin quererlo y sin merecerlo”, son las palabras de alguien que asistió a los momentos más importantes de las manifestaciones estudiantiles en París de 1968 y tal vez la expresión de muchos otros. Las protestas, motivadas por hechos puntuales como el traslado de algunas dependencias universitarias en París, la actitud dictatorial del gobierno argentino presidido por el Comandante Juan Carlos Onganía en Buenos Aires, o la brutalidad policial en Tlatelolco en Ciudad de México, dan cuenta de algo más profundo: las protestas de los jóvenes zanjaron aun más las brechas generacionales que los separaban de los padres, de los maestros y de los líderes de cualquier tipo.
La masacre de la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco.
Algunos de los eslóganes que cubrían los muros de París y que decían:“ Profesores: ustedes son viejos … y su cultura también”,