ISBN 0124-0854
N º 145 Julio 2008
Si las partes en conflicto conciben que su enemigo no es un monstruo o hereje, sino que reconocen en él a un beligerante semejante con quien es posible establecer convenios sobre las formas de hacer menos gravosa la guerra, como la no victimización de la población no combatiente, por ejemplo, las dinámicas de ésta cambiarían totalmente, y allanarían el camino para que una paz negociada pueda darse: toda reconciliación es más viable cuando los hechos por perdonar son menos dolorosos.
Julien Feund, el gran polemólogo francés, escribía alguna vez que donde no existieran enemigos era imposible establecer la paz. Y, realmente, la teoría de la guerra justa apunta, con su exigencia del reconocimiento de los enemigos como beligerantes, a reconocer que es con el enemigo político con quien se hace la guerra, pero que es también con él con quien se pueden pactar las maneras de hacerla menos terrible. Y esto echa las bases para un posible pacto de paz. Por el contrario, si el enemigo es un delincuente, la encarnación del mal, la guerra contra él debe ser absoluta, sin miramiento alguno, y la única solución posible a las confrontaciones es su exterminio.
Nota 1“ La guerra total es aquella que elimina la
distinción entre combatientes y no combatientes y reconoce como emanación de la enemistad, además de la guerra militar, también la no militar( guerra económica, guerra propagandística, etc.)” en: Aguilar, Héctor Orestes( Comp.). Carl Schmitt, teólogo de la política, México, Fondo de Cultura Económica, 2001.
Wilmar Arley Martínez Márquez es docente e investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de
Antioquia. Escribió este artículo especialmente para la Agenda Cultural.