ISBN 0124-0854
N º 140 Febrero 2008
La labor del novelista que quiera reflejar en su obra la vida ambiente, es de suyo agria y espinosa; mayormente en ciudades reducidas. La maledicencia, que a todos nos enferma, encuentra en cada novela de esta índole amplio campo para sus lucubraciones. Y es lo hermoso del caso que nadie se fija en los personajes buenos o elevados de una ficción novelesca, para buscarles el origen en la vida
Calificaciones de Tomás Carrasquila en la Universidad de Antioquia en 1874. La nota al pie de la firma del padre Gómez Ángel, rector de la Universidad dice:“ La lectura constante de novelas perjudicó mucho a este alumno”( Tomado de Levy, Kurt. Vida y obras de Tomás Carrasquilla, Medellín, Bedout, 1958, p. 325).
real y efectiva; pero no se trate de algún tipo
malvado o ridículo, porque al punto vemos en él la vera efigie de Zutano o de Fulana y a cada cual nos faltan pies para correrle con el enredo. Con frecuencia ni los conoce el autor. ¡ Pero vaya usted a probarles que no! El lector está siempre más enterado que el autor. Los odios, las enemistades, el rompimiento de vínculos dulces que estas suspicacias ocasionan al pobre novelista no las compensan ni lauros ni dineros. Lo digo con harta experiencia. Mas no me quejo, tampoco, ni pretendo hacerme víctima del arte. No es la mía para tanto, ni puedo ser hostia ni mis condiciones personales ni mis circunstancias son para esperar consideraciones de ninguna especie. Poco importa: por un amigo enajenado, surgen otros; cuando unos se van, otros vienen; porque la vida es un hacer y deshacer que nunca cesa. Y, puesto que existen enemistades y odios, será porque la misma armonía de la vida lo necesita y lo impone. No tengo, en formalidad, ninguna obra inédita: pues no puede llamarse tal unos papelorios fragmentarios o embrionarios, que ni sé dónde están ni qué contienen. Acaso los haya perdido del todo. No hacen falta: mis manuscritos, que son unos mapamundis, de nada me sirven: lo poco que les puedo descifrar, lo cambio por completo. El de Medellín por dentro, que muchos han visto y del cual han leído capítulos enteros; ese horror, donde figuran, con sus pelos y señales, todas las maldades de nuestra capital de provincia sólo existe en la imaginación creadora de algunos Homeros. Ni soy yo,