ISBN 0124-0854
N º 140 Febrero 2008 hora , en la quietud aldeana de mi casa . Seguí leyendo , leyendo , y creo que en el hoyo donde me entierren habré de leerme la biblioteca de la muerte , donde debe estar concentrada la esencia toda del saber hondo . He leído de cuanto hay , bueno y malo , sagrado y profano , lícito y prohibido , sin método , sin plan ni objetivos determinados , por puro pasatiempo . De aquí el que sea casi tan ignorante como el tullido consabido . Lo que tengo en la cabeza es un matalotaje caótico de hojarasca , viruta y cucarachas . Cualquier día me dio por escribir , sin intención de publicar ; y ahí emborronaba mis cuartillas , lo mismo que ahora o menos mal , acaso ; pues creo que en vez de adelantar , retrocedo en el tal embeleco literario . A nadie le contaba de mis escribanías . Ni siquiera a mi familia . Pero como la gente todo lo husmea y el diablo todo lo añasca , el día menos pensado recibí una nota por la cual se me nombraba miembro de un centro literario que dirigía en Medellín Carlos E . Restrepo en persona . Acepté la galantería , y como fuera obligación , sine qua non , producir algo para ese círculo , farfullé Simón el mago , para los socios solamente , según rezaba el reglamento . Pero Carlosé , que desde mozo la ha puesto muy cansona y por lo alto , determinó modificar la constitución y echar libro de todas nuestras literaturas . Aceptadísima fue por el publiquito antioqueño la miscelánea aquella . Allí salió mi relato , con seudónimo , por supuesto . ¡ Y malón fue el que yo me levanté , con todo y anagrama ! Por eso
descubrieron quién era el incógnito principiante . Tratábase , una noche , en dicho centro , de si había o no había en Antioquia materia novelable . Todos opinaron que no , menos Carlosé y el suscrito . Con tanto calor sostuvimos el parecer , que todos se pasaron a nuestro partido y todos , a una , diputamos al propio presidente como el llamado para el asunto . Pero Carlosé resolvió que no era él sino yo . Yo le obedecí , porque hay gentes que nacen para mandar . Una vez en la quietud arcadiana de mi parroquia , mientras los aguaceros se desataban y la tormenta repercutía , escribí un mamotreto , allá en las reconditeces de mi cuartucho . No pensé tampoco en publicarlo : quería probar , solamente , que puede hacerse novela sobre el tema más vulgar y cotidiano . El manuscrito fue leído por gentes competentes que lo encontraron bien . De él se publicaron varios fragmentos . Constreñido luego por amigos y parientes , resolví sacarlo a la calle , en la seguridad de que nadie lo leería y de que echaba al río el valor de la edición . No resultó así : el libraco fue leído , comentado y se vendió muy pronto . No fue ni gracia . Encontré aquí padrinos muy buenos e influyentes , que me lo ampararon antes y después de su salida . Entre ellos , Diego y Rafael Uribe , José A . Silva , Laureano García Ortiz , Jorge Roa , Antonio José Restrepo , Mariano y Pedro Nel Ospina y los redactores de la Revista Gris .