ISBN 0124-0854
N º 148 Octubre 2008 cualquier manera.
Entender la comunicación como el vehículo que permite la interacción, la relación entre sujetos que comparten los imaginarios propios de la cultura en que se encuentran inmersos, es admitir que verbalizar el pensamiento mediante palabras requiere del compromiso mínimo de la convención, del acuerdo de corresponsabilidad entre la palabra y la cosa referida por parte de quienes hacen uso de él. Pero un compromiso efectivo donde el mensaje permita que cada uno pueda poner en escena lo que desea, lo que quiere transmitir. Quien suscriba este acuerdo, debería evitar entonces incurrir en equívocos con significantes o palabras que refieren significados o ideas que no se ajustan a la pretensión comunicativa. Sin embargo, el mensaje no se construye con el conocimiento de muchas palabras y su semántica, sino con el conocimiento de su función en la oración; es decir, no sólo con léxico sino con sintaxis. Esto es, el sentido comunicativo que, en últimas, se busca con el lenguaje. Pero esta laxitud, esta permisibilidad no es ilimitada. Debe existir cierto rigor en el uso del lenguaje, porque, de no haberlo, nos encontraríamos en una babel de graves consecuencias tales como faltar al axioma de la comunicación: ser común a un colectivo.
Bibliografía MOLINER, María. Diccionario del uso del español, Madrid, Editorial Gredos S. A., 1998. CANO VÁSQUEZ, Mario.“ Ludotecas” en: Recreación más allá del juego: reconociendo otras formas de bienestar, Medellín, Memorias de seminario-taller, 2000.
Mario Cano Vásquez es Asistente de la Dirección de Bienestar Universitario de la
Universidad de Antioquia.