ISBN 0124-0854
N º 132 Mayo de 2007 los predecesores, lo que dicho en unos tiempos que estaban experimentando progresos continuos equivalía a asumir la falsa analogía de la ciencia y la tecnología en el sentido de que cada nueva forma de expresar los tiempos debía ser superior a lo que había acontecido anteriormente, y eso, está claro, no siempre es así. Por supuesto que no había consenso alguno sobre lo que significaba“ expresión de los tiempos”, ni tampoco sobre cómo expresarlos. Incluso cuando los artistas estaban de acuerdo en que el siglo era esencialmente una „ era máquina ‟ o cuando afirmaban, como hizo Picabia en Nueva York, en 1915, que“ a través de la maquinaria el arte debe hallar una expresión más intensa”, o bien que“ los nuevos movimientos artísticos pueden existir sólo en una sociedad que ha asimilado el tempo de la gran ciudad, la cualidad metálica de la industria”( Malevich), la mayoría de las respuestas a estos planteamientos eran triviales o retóricas.
¿ Significaba esa expresión algo más para los cubistas que preferir, con el disgusto de Ortega y Gasset, el esquema geométrico a las suaves líneas de los cuerpos vivos? ¿ O para los que encola ¬ ban artefactos de la sociedad industrial en pinturas de caballete? ¿ Significaba algo más para los dadaístas que la satírica composición de John Heartfield llamada Forma electromecánica Tatlin, hecha a partir de piezas industriales, que exhibían alborozados por las noticias de un nuevo“ arte máquina” de los constructivistas rusos? ¿ O significaba sólo pintar inspirándose en la maquinaria, como hizo Léger de forma espléndida? Los futuristas eran lo bastante avispados como para dejar a un lado las máquinas reales y concentrarse en crear la impresión de ritmo y de velocidad; es decir, lo contrario de lo que hacía Jean Cocteau, que habla ¬ ba del ritmo de la maquinaria en términos de metro y rima propios de la poesía. En resumen, las numerosas formas de expresar la modernidad-máquina en la pintura o en las construcciones no utilitarias no tenían absolutamente nada en común excepto la palabra „ máquina ‟ y posiblemente, aunque no siem ¬ pre, una preferencia por las líneas rectas