ISBN 0124-0854
N º 130 Marzo de 2007 literatura hasta convertirla únicamente en producto industrial . Uno es sociológico y cultural : la nivelación de los ciudadanos , la extinción de las élites , el arraigo de la tolerancia — del derecho “ a la diferencia y a la indiferencia ”— y el consiguiente desarrollo del individualismo y el narcisismo , han abolido el interés por el pasado y la preocupación por el futuro , centrado la atención en el presente y tornado en máximo ideal la satisfacción de las necesidades inmediatas . Víctima de este presentismo ha sido lo sagrado , realidad alternativa cuya razón de ser desaparece cuando una comunidad , contenta o descontenta con el mundo en el que vive , acepta a este cómo el único posible y renuncia a la “ alteridad ” de la que las creaciones literarias eran emblema y alimento . En una sociedad así puede haber libros , pero ha muerto la literatura .
El otro mecanismo es económico . “ No hay otra democracia , ay , que la del mercado ”, dice Raczymow , lo que significa que el libro , despojado de su condición de objeto religioso o mítico , se vuelve una mera mercancía sometida al frenético vaivén — a la ley de hierro — de la oferta y la demanda , en la que “ un libro es un producto y un producto elimina a otro , incluso del mismo escritor ”. La banalización es el resultado de esa vorágine en la que ningún libro permanece , en la que todos pasan y no vuelven , pues la literatura ya sólo cuenta como producto de consumo inmediato , entretenimiento efímero o
información que caduca en el instante de ser conocida .
Ahora bien , el gran instrumento de la democracia no es el libro , sino la televisión . Ella divierte y entretiene a la sociedad nivelada , suministrándole las dosis de humor , emociones , sexo y sentimientos que requiere para no aburrirse . La pequeña pantalla ha conseguido realizar aquella desmedida ambición que ardió siempre en el corazón de la literatura y que esta nunca alcanzó : llegar a todo el mundo , hacer comulgar a la sociedad entera con sus “ creaciones ”. En “ el reino del narcisismo lúdico ” los libros han pasado a ser del todo prescindibles , lo que , por lo demás , no implica que vayan a desaparecer . Continuarán proliferando , pero vaciados de la sustancia que solían tener , viviendo la precaria y veloz existencia de las novedades , confundidos y canjeables en ese mare mágnum en el que los méritos de una obra se deciden en razón de la publicidad o de la capacidad histriónica de sus autores . Porque la democracia y el mercado han operado , además , esta reinversión : ahora que ya no hay opinión pública , sólo público , son los escritores-estrellas — los que saben sacar buen partido a los medios audiovisuales , los “ mediáticos ”— quienes dan prestigio a los libros y no al revés , como ocurría en el pasado . Lo que significa que hemos llegado a la sombría degradación anticipada insuperablemente por Tocqueville : la era de