ISBN 0124-0854
N º 133 junio de 2007 literatura unas gotas de técnica o algunos brillos para el idioma. Puestos, dejarán de ser míos para ser de todos.
*** Casi entero el día metido en la melancolía, como en una piscina. Una melancolía viscosa. Es que en la mañana me encontré con quienes me compraron la finca de Urabá, sobre el río León, abajo del caño Tumaradó, y la recordé. Se habló poco de ella, porque cuando querían decírmela, yo variaba. Y después estuve reorganizando el capítulo primero de Canto rodado, que publiqué en alguna parte como cuento bajo el título“¿ Qué es un siglo patrón?”, que ocurre allá en esa finca.
Recordé el pasto, seco en el verano, y amarillo, pero que a la menor llovizna enverdecía como la esperanza. Y al río perezoso y como dormido, pero con tanta potencia en sus aguas, que no mostraba. Y a la selva innúmera, que entonces dominaba en la región. Y al sol bravo. femenino de ese capítulo, y que yo traspolé a india fantasma. Y recordé a todos los amorosos escarceos que nunca culminaron, y a los cuales siento todavía como un vacío muy parecido a la sed.
Todo lo recordé, incluido el allá fui feliz, y que no olvido. Fui feliz, sin saberlo, así como se es joven sin entenderlo. Juventud y felicidad sólo se saben en la inmensidad de su valor al perderlas. Como los paraísos. Como el dinero. Como las mujeres. Pero no sabía por qué me ponían así agrio el día, hasta que recordé lo que la saudade es: tristeza de lo que ya no está. ¿ Qué importa? La vida me ha cambiado en otra de sus muchas veces. Allá escribí Un hombre llamado Todero, y terminé mi primera novela. Allá tuve lo menos de cosas materiales que era posible: un jergón, un mosquitero, una mesa para escribir, cuatro trastos de cocina baratones, ni energía eléctrica, ni agua
Recordé a
Fela( por Felicita) que es el personaje corriente, pero sí libros a montones.