Agenda Cultural UdeA - Año 2007 JUNIO | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 133 junio de 2007

Entre amigos

Iván Hernández
Se conocieron hace ya muchos años, treinta tal vez. Hernán Botero era entonces profesor de literatura rusa. El día en que los presentaron, Natalia Pikouch iba vestida de manera elegante y distinguida; los ojos, muy grandes, muy verdes y muy tiernos, miraban el mundo con nostalgia y melancolía.
Ese mismo día, Natalia le dijo que más que rusa ella era ucraniana. Hernán entonces le habló de Taras Chevchenko; de sus romances de temas populares, perfectamente enraizados en la tierra y en sus gentes; de sus novelas, en las que se cuentan historias de muchachas que vagan por la estepa en busca de oficiales del ejército, a quienes adoran …; de sus pinturas, en su opinión muy bellas. Mientras Hernán habla, Natalia lo escucha con asombro. De pronto él se da cuenta de que Natalia está llorando.
Ella le ruega que continúe, que la disculpe, está muy emocionada. No entiende cómo, en un país tan lejano y tan distante, pueda existir alguien que conozca tanto al poeta nacional
ucraniano. Ese día comenzó una amistad que todavía persiste.
Días después se ven de nuevo. Natalia le cuenta que es madre de un bebé que vive en Kiev con la abuela. El niño nació en Colombia y ella, ante la imposibilidad de darle el sustento, se ha visto obligada a separarse de él y enviarlo a Rusia; muy pronto lo traerá a vivir a su lado. Si ahora lucha por establecerse en Colombia, es porque quiere que su hijo viva y crezca en un medio que no sea el asfixiante y enloquecedor de la Unión Soviética. Ella nació y creció en el miedo propio del régimen comunista, y está dispuesta a hacer todo, casi todo, para que él corra con mejor suerte.
Durante un tiempo Natalia asiste al curso que Hernán dicta en la universidad. Ella lo oye siempre con asombro y entusiasmo. A veces, sólo a veces, interviene en clase. De tarde en tarde él le pide que lea en ruso un fragmento o un poema de un autor. Cuando salen de clase, ya en la cafetería, hablan de Rusia, de sus escritores, su música, su ballet y su teatro. No en todo, sin embargo, están de acuerdo: Natalia adora, literalmente, a Solzhenitzin, a