ISBN 0124-0854
N º 134 julio de 2007 de buen cubero, sino a la buena de Dios, por no decir a la diabla. Ni lo adecuado de la localidad, ni la alegría de su valle, ni la muralla azul de sus serranías, fueron poderosas a que estos fundadores, amigos de monasterios y santuarios, pusiesen alguna formalidad en el trazado o en el desarrollo de su villa, ennoblecida con todo y escudo y consagrada a María, en la más hebraica de sus advocaciones. Estos recintos, cerrados por casas, que llaman manzanas, y que suponen cien varas en cuadro, son aquí muy irregulares en sí mismos y harto desiguales entre sí por forma y por medida. Pocas tienen sus ángulos rectos y contadas las de lados iguales. Con frecuencia se pierde la recta en las demarcaciones murales, ya en línea quebrada, ya en línea ondulada, ya hacia adentro, ya hacia afuera de la calle. Hay manzanas en trapecios, en trapezoides y hasta en rombos; las hay combinadas, en rectas y curvas; las hay en formas al acaso; de las calles... ¡ no se diga! Unas son culebras, otras garabatos, y algunas, mismamente esas centellas que pintan en los calvarios. Las gentes que vinieron después ¿ qué iban a hacer para compaginar lo viejo con lo nuevo? Pues empeorar lo chapetón. Romper aquí; empatar allá; sacar manzanas en triángulo, en pentágono, en bonetes, en demonios coronados; apurar la hispánica torcedura: porque los muertos mandan, aunque nos
pese a los vivos, mayormente en cosas que perduran. Pero esto es lo de menos; lo de más es aquello de topetarse unas calles con otras; de interrumpirse aquí para seguir más allá o para no seguir; es aquello de incomunicar, como si fueran para gafos o apestados. Estos resabios coloniales, o si se quiere estilos, en achaques de edificaciones y ensanches urbanos, apenas sí han desaparecido de quince años para acá. No hace veinticinco principió el trazado de estas hermosas calles de Caracas, Perú, Bolivia, La Argentina, y la Independencia, y, sin embargo, las cinco miden en su primer estadio trunco, algo más de dos cuadras. No las partieron por la mitad como lo indica el sentido común. Tan vecinas y todo han quedado harto incomunicadas entre sí. Romperlas ahora sería empresa de urbe mundial y millonaria. El ensanche a la redonda, que ha surgido gradualmente y que se ajusta en lo posible a los planos del Medellín futuro, es rigurosamente regular en las partes recientes; mas, en el empalme y conexiones con lo anterior, pasa lo de siempre: añadijos y zigzags para empatar allá e ingerir acullá. Esta es la eterna historia. Sólo las ciudades a la yanqui, con planos y diseños antes de escoger el lugar ciudadano, se escaparán de este remendar incesante. A muchos dizque les gustan más las ciudades desconcertadas, torcidas, que las simétricas a