ISBN 0124-0854
N º 139 Diciembre de 2007 batallas en Sicilia o en Benvenuto como si fuera un César Romano Germánico de la edad Media, o hasta Mussolini, a quien mataron cuando huía y después colgaron por los pies en un garaje de Milán, con lo cual murió en el siglo XX con una muerte digna de un emperador del siglo III.( p. 35)
Tal vez el único género que Yourcenar no practicó fue el de la autobiografía, en parte por su pudor de hablar de ella misma, en parte por la dificultad que este tipo de empresa literaria representa. En su lugar, escribe el tríptico El laberinto del mundo, memorias familiares que se extienden durante cuatro siglos, con algunas incursiones en los tiempos en que el hombre no había aún hecho su aparición sobre la tierra. En esta trilogía la autora aborda la historia de Europa, hace un balance de las vicisitudes políticas y sociales que gestaron la modernidad y señala recurrentemente, de forma premonitoria, la descontrolada reproducción humana como una de las causas directas del agotamiento del planeta, y el maltrato hacia los animales como el origen de la crueldad ejercida sobre nuestros semejantes. Al evocar, en Recordatorios, la maternidad de su abuela materna, Yourcenar escribe:
La fertilidad de Matilde, vista bajo cierto ángulo, recuerda a la floración
superabundante de árboles frutales atacados por la herrumbre o por parásitos invisibles, o a los que un suelo empobrecido no consigue ya alimentar. La misma metáfora puede aplicarse quizá a la indebida expansión de la humanidad de hoy.( p. 159)
Otros géneros literarios que Yourcenar abordó en menor grado fueron el teatro y la poesía. El primero, de factura esencialmente griega, constituye una visión moderna a través de la cual la escritora denuncia crípticamente la persecución a minorías(¿ Quién no tiene su minotauro?), el abuso del poder( Electra o la caída de las máscaras), o el drama de la muerte( El misterio de Alcestes). En cuanto a la poesía, con la cual Yourcenar inicia en su adolescencia el ejercicio de la escritura, fue el género menos practicado, tal vez el más rechazado por la autora misma. Y sin embargo, los temas que allí se abordan vaticinan obras posteriores, como es el caso del poema en el que anuncia, en Les Dieux ne sont pas morts( 1922), el advenimiento de Adriano a través de su favorito Antínoo:
Aparición
En la galería donde sueña su inmortal juventud,
El efebo Antínoo en los jardines de Tíbur