ISBN 0124-0854
N º 135 agosto de 2007 es lo que me ha impulsado a ello. Pero encuentro, entre las actividades políticas y las educativas, las más grandes diferencias. El educador tiene que estar buscando las cualidades de sus alumnos y olvidando sus defectos para tratar de ayudarlos. El político está, por el contrario, en constante búsqueda de los defectos de sus rivales, para poder vencerlos. El educador tiene que entregarse totalmente a los demás; el político se cuida de los demás. El educador vive y termina su vida, generalmente, en paz y en tranquilidad consigo mismo; el político vive y termina su vida en agitación, y dentro de los mayores contrastes de éxito y fracaso. En general, derrotado y vencido, más odiado que admirado. La vida del educador es tranquila y llena de satisfacciones; la vida del político es agitada y llena de contrariedades.
¿ Cómo se puede cambiar, entonces, la una por la otra? No hay explicación distinta a la de un básico masoquismo psicológico. Al deseo de castigarse a uno mismo. Supongo que todo político cree que, mandando él, las cosas serán mejores para sí y para los demás. La sensación de poder, de poder decidir, es una sensación muy agradable. El político goza con ser respetado, y aun con ser odiado. Hace los más grandes sacrificios y llega hasta las mayores bajezas para alcanzar su meta, que es el poder. Pero la política no es sólo la actividad de los políticos. Hay“ política” en todas las actividades humanas. Los hermanos pelean en su casa para ver cuál es el que más
influye en sus padres. Los esposos pelean para ver cuál es el que más influye en sus hijos. En una escuela los profesores son rivales para ver cual es el que más influye en sus alumnos. En todas las empresas, públicas o privadas, hay siempre una lucha por el poder, por el que pueda llegar más arriba, a las posiciones de más alto nivel. Los curas pelean entre sí para ver cuál puede llegar a ser obispo. Los obispos, para ver quién puede llegar a ser cardenal. Los cardenales rivalizan a ver cuál puede llegar a ser el Papa.
En todas las actividades humanas— en una u otra forma— hay lucha política, es decir, lucha por el poder. Y parece que esto se deriva de una característica animal constante: la lucha por la jerarquía; la lucha por ubicarse en el lugar de mayor importancia o poder que se observa en algunos grupos animales. El picking order del que hablan los investigadores de la conducta animal, es decir, la lucha para alcanzar el lugar del pollo que pica a todos los demás y no es picado por ningún otro; el segundo, es decir, el que apenas es picado por el primero, pero que puede picar a los otros, y así sucesivamente, hasta el último que es picado por todos y no tiene a nadie a quién picar. La política es, pues, una lucha completamente animal. Mientras más cercano se esté al animal, más éxito se tendrá en política. De allí que se hable, con toda propiedad, del“ animal político”.