ISBN 0124-0854
N º 131 Abril 2007 de muy distinta de la que perciben nuestros sentidos. El principio de incertidumbre arrasó con el determinismo ingenuo de finales del siglo XIX y el mundo subatómico de la física cuántica derrumbó la noción de“ cuerpo independiente”. Quiero visualizar este último hecho: entro a un auditorio y veo a treinta personas sentadas, cada una con sus cuadernos y libros, veo cuadros en las paredes, etcétera. Luego me pongo unas gafas especiales que me dejan ver la realidad subatómica del lugar y, para mi gran sorpresa, sólo percibo las partículas elementales( electrones, neutrones, protones) girando, o mejor,“ danzando” como ha dicho el físico Capra en su bello libro El Tao de la física. Los límites entre los cuerpos y los objetos no existen y este hecho tiene tantas implicaciones cósmicas y sociales, que desearía que todos pudiésemos ver con esas gafas especiales, aunque sólo fuera por un único segundo de nuestra vida.
Ahora bien, esa fascinación que proviene de la ciencia también se encuentra en la literatura. Los mundos de la ficción me han transformado de forma profunda. Después de leer a Kafka, sé que somos otros señores K. perdidos en los monstruosos laberintos de la burocracia. La lectura de Cien años de soledad de García Márquez o del Tambor de hojalata de Gunther Grass nos bautiza como nuevos seres humanos que descubrimos que lo cotidiano es la máscara que se pone el
misterio para que aprendamos a encontrar el sentido de la existencia en los detalles. Sin embargo, aunque la buena literatura siempre nos revela un rostro diferente de nosotros mismos, desde mi adolescencia he sido un lector obsesivo de la narrativa de ciencia ficción, porque en este género la ciencia y la literatura son hermanos siameses, unidos por el cordón umbilical de las palabras y las analogías. La ciencia ficción es, quizá, la única dimensión cultural de Occidente en donde ciencia y literatura han convivido y se han mezclado durante más de un siglo. Se pueden citar algunos ejemplos significativos: Las leyes de la robótica, escritas por Asimov en sus cuentos de comienzos de los años cuarenta, fueron incorporadas años después a la cibernética. La idea de los satélites artificiales nació en un cuento de Arthur C. Clarke y luego él mismo asesoró a la NASA para construirlos. Hal, el ordenador de la nave de Odisea 2001, es el precursor del campo de la inteligencia artificial. La palabra“ ciberespacio” apareció por primera vez en la novela Neuromancer( 1984) de William Gibson. La idea de una red informática similar al Internet se encuentra desarrollada en la novela Computer Connection( 1974) de Alfred Bester.
Pero hay quizá un nexo más significativo: la literatura de ciencia ficción ha reflexionado sobre las hipotéticas consecuencias de los adelantos tecnocientíficos, extrapolados a