ISBN 0124-0854
N º 125 Septiembre de 2006
comunicativo que se intenta levantar entre los hombres . Es claro que ambas consideraciones definen una alteridad maltrecha . Esa incapacidad que manifiesta la condición humana para asumir con acierto al otro . A ese que ha sido , y sigue siéndolo , el monstruo , el charlatán , el loco , el sucio , el depravado , el descarriado , en fin , ese ser peligroso para el “ buen avance cultural ” de una sociedad .
Durante siglos se nos ha enseñado que el prójimo es igual a nosotros , y por lo tanto que debemos amarlo con la misma intensidad con que nos amamos a nosotros mismos . Los grandes descubrimientos geográficos , la experiencia desgarradora y vital del arte , los relieves inquietantes de las ciencias humanas y naturales , nos han hecho entender que no se trata precisamente del prójimo , un término que es más apropiado para discursos evangélicos . De lo que se trata , más bien , en esa ardua construcción de una sociedad más justa , es del otro . De aquel que es distinto a mí , pero que comparte , por las sinuosas y a veces brutales razones de la historia , el mismo espacio que yo . Si se acepta y se respeta la diferencia que hay entre los seres humanos que conforman un departamento , un país , una nación , y no se pretende satisfacer obsesivamente , empujados por sombrías convicciones racistas y religiosas , lo que ese yo mayúsculo desea , se estará más cerca de una realidad culturalmente democrática .
En Colombia , y particularmente en Antioquia , un espíritu retrógrado ha caracterizado nuestra inclinación hacia la alteridad . Y es paradójico que así suceda cuando en el origen de nuestra vida cultural — lingüística , musical , dancística , culinaria y erótica — ha sido clara la existencia del mestizaje . Un mestizaje , sin embargo , que continúa padeciendo la intolerancia frente al negro y al indígena . Hay que guardar cautela , entonces , con esas entusiastas definiciones de la Colombia pluriétnica . Porque detrás de lo que se ha denominado como una democracia racial o una república mestiza , hay circunstancias diarias de oprobio contra las otras expresiones culturales que representan las minorías . Ya no es un secreto decir que en nuestro país se ha ventilado un sospechoso discurso donde se reconoce la variedad regional con sus diversos tapices culturales Y digo sospechoso porque este mestizaje democrático , que celebramos con tantos aspavientos , parece estar buscando un blanqueamiento progresivo en detrimento de las minorías étnicas . Ese es quizás , creo yo , uno de los principales retos del plan cultural “ Antioquia en sus diversas voces ”. No se debe