ISBN 0124-0854
N º 126 Octubre de 2006 desde diversos puntos de vista, tanto el de la creación misma como el de la recepción de los textos creados; su meta es la formación de los creadores de acuerdo con sus talentos naturales, en relación con sus vocaciones particulares, lo cual exige del maestro un seguimiento individualizado de sus alumnos.
El taller de poesía es de carácter particular y sólo admite alumnos cuya vocación sea la poesía. Habitualmente, una comunidad dispone de muy pocos poetas verdaderos, aunque casi todos tienen el anhelo de serlo y, la gran mayoría, acusa esa pretensión. De este modo, la misión del taller de poesía consiste en formar a los poetas y a sus lectores. Ahora, considerando que el estudio de la poesía abarca el estudio de casi todo el saber humano y que los verdaderos poetas lo son de suyo, podemos entender que el objeto de estudio de un taller de poesía se eleve a la particularidad de la enseñanza o el aprendizaje del amor por la poesía, ya que todo lo demás es la vanidad que a tantos equívocos conduce.
El taller de narrativa es también de carácter particular, aunque no tan específico, en principio, como el de poesía. Curiosamente, debido a razones de orden práctico, los talleres de narrativa se dedican al análisis del cuento y, aunque su objeto debería ser la
creación del mismo, se quedan en la mirada superficial de la corrección gramatical y de las distintas concepciones sobre la estructura formal de los cuentos. Un estudio verdadero del cuento alcanza la dimensión de un estudio profundo del hombre, desde el punto de vista de la pregunta por el nacimiento del mito, la filosofía, la religión y la literatura, pero ésta es una empresa que se toma toda la vida de un hombre, razón por la cual en el taller hay que asumirla como si nunca nos fuéramos a morir. Cabe además acotar que, en nuestro medio, debido a la decadencia del último medio siglo respecto al conocimiento y manejo de la lengua, es necesario dedicar grandes períodos de tiempo al estudio elemental de la redacción, con el fin de preparar a los aprendices para el estudio profundo de la composición escrita, desde el punto de vista de una noción estética del mundo y del lenguaje.
Carecemos de talleres dedicados al estudio de la novela, quizá porque carecemos de maestros dignos de tan alta distinción. Esto hace que el taller del novelista se reduzca a su escritorio particular y a su formación personal, indagando aquí y allá, sometido a la burda opinión de sus amigos que, en una noche de tragos, lo adulan o lo despedazan, por razones que nacen de la misma incomprensión, lo cual aumenta el tamaño de