ISBN 0124-0854
N º 125 Octubre de 2006 festival de poesía, teatro o cine, exposición artística o feria del libro existan, y acaso haya sido así desde el siglo XIX, cuando se hizo de la pedantería un signo de elegancia. De ahí que no sea casual que el escritor cartagenero Efraím Medina Reyes 2, con sorna, caricaturice esta fauna en uno de sus cuentos.
De igual manera se quejaba la columnista Mariane Ponsford recientemente 3 en una de sus columnas, y a propósito de la reforma tributaria que por estos días se discute en el Congreso, la cual propone, entre otras disposiciones la eliminación de la Ley del libro y el gravamen a las entidades culturales. Así termina advirtiendo la columnista:
“ implica la desaparición de cientos de fundaciones cuyo trabajo está encaminado a ofrecer opciones para la construcción de una sociedad plural, abierta y educada. El gobierno de Uribe debe entender que no es un sector el que se ve afectado. No es un puñadito de gremios. No es la cultura: es la sociedad. Es la posibilidad de futuro, de ese supuesto 2019 del bicentenario con el que le gusta soñar. Si la reforma no se modifica, si no se tumban los gravámenes al sector cultural, acabaremos por confirmar que no sólo el narcotráfico ha ganado la guerra, sino que en ese idílico 2019 los valores
mafiosos se habrán instalado de manera difícilmente reversible en la psique y en el corazón de la sociedad colombiana. Señor Presidente, que usted no vaya a cine o a teatro es lo de menos. Que prefiera Panaca al Colón, no importa. Estamos hablando de otra cosa, de proporciones monumentales para la Nación”. 4
Un panorama nacional resultado de una educación tecnocratizada, ahíta de vacío en la que lo cultural no se constituye o en valor de la comunidad, sino en el espejo de Narciso; el ejemplo lo dan el máximo personaje público del país y sus consejeros, con políticas que borran de un tajo— ¡ y ojo con la figura!— lo que en el plazo inmediato podría generar una sociedad más civilista