ISBN 0124-0854
N º 127 Noviembre de 2006 traición de los dioses que reniegan de su pueblo .
El advenimiento del catolicismo modifica radicalmente esta situación . El sacrificio y la idea de salvación , que antes eran colectivos , se vuelven personales . La libertad se humaniza , encarna en los hombres . Para los antiguos aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación ; el sacrificio no entrañaba la salvación ultraterrena , sino la salud cósmica ; el mundo , y no el individuo , vivía gracias a la sangre y a la muerte de los hombres . Para los cristianos , el individuo es lo que cuenta . El mundo — la historia , la sociedad — está condenado de antemano . La muerte de Cristo salva a cada hombre en particular . Cada uno de nosotros es el Hombre y en cada uno están depositadas las esperanzas y posibilidades de la especie . La redención es obra personal .
Ambas actitudes , por más opuestas que nos parezcan , poseen una nota común : la vida , colectiva o individual , está abierta a la perspectiva de una muerte que es , a su modo , una nueva vida . La vida sólo se justifica y trasciende cuando se realiza en la muerte . Y ésta también es trascendencia , más allá , puesto que consiste en una nueva vida . Para los cristianos la muerte es un tránsito , un salto mortal entre dos vidas , la temporal y la ultraterrena ; para los aztecas , la manera más
honda de participar en la continua regeneración de las fuerzas creadoras , siempre en peligro de extinguirse si no se les provee de la sangre , alimento sagrado . En ambos sistemas vida y muerte carecen de autonomía ; son las dos caras de una misma realidad . Toda su significación proviene de otros valores , que las rigen . Son referencias a realidades invisibles .
La muerte moderna no posee ninguna significación que la trascienda o refiera a otros valores . En casi todos los casos es , simplemente , el fin inevitable de un proceso natural . En un mundo de hechos , la muerte es un hecho más . Pero como es un hecho desagradable , un hecho que pone en tela de juicio todas nuestras concepciones y el sentido mismo de nuestra vida , la filosofía del progreso (¿ el progreso hacia dónde y desde dónde ?, se preguntaba Scheler ) pretende escamotearnos su presencia . En el mundo moderno todo funciona como si la muerte no existiera . Nadie cuenta con ella . Todo la suprime : las prédicas de los políticos , los anuncios de los comerciantes , la moral pública , las costumbres , la alegría a bajo precio y la salud al alcance de todos que nos ofrecen hospitales , farmacias y campos deportivos . Pero la muerte , ya no como tránsito , sino como gran boca vacía que nada sacia , habita todo lo que emprendemos . El siglo de la salud , de la higiene , los anticonceptivos , las drogas milagrosas y los