ISBN 0124-0854
N º 127 Noviembre de 2006 muerte , acaba por negar a la vida . La perfección de los criminales modernos no es nada más una consecuencia del progreso de la técnica moderna , sino del desprecio a la vida inexorablemente implícito en todo voluntario escamoteo de la muerte . Y podría agregarse que la perfección de la técnica moderna y la popularidad del Murder Story no son sino frutos ( como los campos de concentración y el empleo de sistemas de exterminación colectiva ) de una concepción optimista y unilateral de la existencia . Y así , es inútil excluir a la muerte de nuestras representaciones , de nuestras palabras , de nuestras ideas , porque ella acabará por suprimirnos a todos y en primer término a los que viven ignorándola o fingiendo que la ignoran .
Cuando el mexicano mata — por vergüenza , placer o capricho — mata a una persona , a un semejante . Los criminales y estadistas modernos no matan : suprimen . Experimentan con seres que han perdido ya su calidad humana . En los campos de concentración primero se degrada al hombre ; una vez convertido en objeto , se le extermina en masa . El criminal típico de la gran ciudad — más allá de los móviles concretos que lo impulsan — realiza en pequeña escala lo que el caudillo moderno hace en grande . También a su modo experimenta : envenena , disgrega cadáveres con ácidos , incinera despojos , convierte en objeto a su víctima . La antigua relación entre
víctima y victimario , que es lo único que humaniza al crimen , lo único que lo hace imaginable , ha desaparecido . Como en las novelas de Sade , no hay ya sino verdugos y objetos , instrumentos de placer y destrucción . Y la existencia de la víctima hace más intolerable y total la infinita soledad del victimario . Para nosotros el crimen es todavía una relación — y en ese sentido posee el mismo significado liberador que la fiesta o la confesión . De ahí su dramatismo , su poesía y —¿ por qué no decirlo ?— su grandeza . Gracias al crimen , accedemos a una efímera trascendencia .
En los primeros versos de la octava Elegías de Duino , Rilke dice que la criatura — el ser en su inocencia animal — contempla lo abierto , al contrario de nosotros , que jamás vemos hacia adelante , hacia lo absoluto . El miedo nos hace volver el rostro , darle la espalda a la muerte . Y al negarnos a contemplarla , nos cerramos fatalmente a la vida , que es una totalidad que la lleva en sí . Lo abierto es el mundo en donde los contrarios se reconcilian y la luz y la sombra se funden . Esta concepción tiende a devolver a la muerte su sentido original , que nuestra época le ha arrebatado : muerte y vida son contrarios que se complementan . Ambas son mitades de una esfera que nosotros , sujetos a tiempo y espacio , no podemos sino entrever . En el mundo prenatal , muerte y vida se confunden ; en el nuestro , se oponen ; en el más allá , vuelven a reunirse , pero ya no en la