Agenda Cultural UdeA - Año 2006 MAYO | Page 18

ISBN 0124-0854
N º 121 Mayo de 2006 frente a un Estado, sino las ciudades-empresa enfrentadas a posicionarse en un mercado mediante los imaginarios que formulan. La ciudad, plantea Mons, crea imágenes hacia afuera, pero a la vez, en su interior se crean ― territorios comunicacionales ‖ que conforman los espacios públicos. En este sentido se enlazan las distintas imágenes que forman el tejido del espacio público y privado. Un bricolage, en palabras del autor, es tan fragmentado como los sujetos mismos que lo atraviesan; se hace referencia entonces a la categoría de ― culturas análogas ‖ desde donde es posible leer cómo se enlazan esas distintas imágenes. Pinzón, retomando la categoría de Mons, sustenta que las imágenes de lo transnacional se han ido tomando el espacio de la construcción de las subjetividades, promocionando la identidad de un ciudadano sin frontera, en la que se resalta un estilo de vida idealizado. Es decir, estas imágenes están entramadas en una cultura analógica donde se pone en juego la dinámica de las fuerzas constructoras de identidad y su relación con el cuerpo. Por su parte, Deleuze y Guattari en su obra El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia( 1974), argumentan que el cuerpo se construye con base en dos tipos de fuerzas o ‗ agenciamientos‘: los territoriales y los desterritorializados, fuerzas que conviven en nuestro contexto.
En esta línea y siguiendo también a Pinzón, los agenciamientos territoriales son propios de
las comunidades indígenas, de algunas afroamericanas y de las culturas populares rurales y urbanas. En ese contexto el territorio no es una geografía política como lo es el Estado-Nación; es un espacio simbólico codificado por un imaginario mítico que conecta vivencialmente a los humanos con su ecología, su historia, su reproducción y su sentido de la vida. Por su parte, los agenciamientos desterritorializados, en términos de Deleuze y Guattari, realizan operaciones de descodificación en los anteriores. Para estos filósofos, el capital, según la reflexión de Pinzón, fetichiza el campo social transformándolo en una axiomática de series infinitas que, al volcarse el deseo sobre este campo, deviene en una carencia infinita.
Más adelante en su análisis, Pinzón retoma el concepto de cultura analógica y la define como el encuentro entre los dispositivos metafóricos y los dispositivos fetichistas del capital, que en palabras de Mons, se convierten, a través del consumo visual, en el fetiche de la experiencia vital. Lo que Mons denomina la metáfora social, no es otra cosa que un régimen analógico mediante el cual los distintos medios de comunicación impregnan la asociación cuerpo – mercancía en palabras e imágenes que se revelan unas a otras, incorporando todo el campo del ocio y del gusto en el mercado. Entonces, manifiesta Pinzón, el deseo corre detrás de las imágenes