ISBN 0124-0854
N º 123 Julio de 2006 compañía parecen querer salirse del cuadro; movimientos diagonales zigzaguean hacia el fondo, la luz tiene un encanto teatral. Los personajes principales, que están en el centro de la obra, poseen algunas características con respecto a la sombra. Es sin duda, el primer artista que logra con su retrato adelantarse a lo que varios siglos después se hizo con la fotografía de instantes.
Sin embargo, la felicidad de este año no durará demasiado, porque a la muerte de su esposa le sigue la ruina, el abandono de los amigos y la furia de sus acreedores. Los autorretratos de esta época muestran a un hombre envejecido de golpe, con la cara más gruesa, fláccida, el bozo caído y la expresión extraviada, pero al mismo tiempo se puede apreciar en sus composiciones la creciente energía de su pincelada y la densidad palpitante del color. Rembrandt conserva dentro de sí esa firmeza que le falta en su vida cotidiana y que traslada a su obra.
A la llegada de Hendrickje Stoffels, hacia 1649, la vida de Rembrand da un vuelco; tanto para él como para su único hijo Titus, esta mujer trae consuelo y apoyo. Desde entonces ella será su modelo:“ Ahora poso para Rembrandt. A través de una ventana abierta, hasta una distancia mucho mayor que mis pensamientos, contemplo durante horas el vacío o la penumbra de la cocina;
horas sin moverme, apoyada en el mango de una escoba, lo justo para que los calambres pasen de una pierna a otra. El tiempo se detiene, el cuerpo se enfría. Renazco en sus obras”. 1“ En el vacío, más allá de lo que alcanza mi mirada, dejo vagar mis pensamientos. Me digo que lo que Rembrandt pinta no soy yo. Que con su pincel y la pasta de colores es algo más que mi imagen, es la vida lo que ofrece. Jamás se verá en un lienzo a personas vivas que respiran y caminan, es la imagen plena de gentes que hablan o que lloran, pequeñas vidas en un gran charco de luz, fantasmas que todavía no han muerto. En su pasta de colores aprendo a no morir nunca, le sonrío”. 2
Un claroscuro se toma su vida y su obra
Para la década del cincuenta, Rembrandt acentúa la comprensión de la naturaleza humana, así como su habilidad para comunicar la sensación de la vida espiritual del hombre. De ahí que el claroscuro fuera la base de sus pinturas, convertido en un medio para crear tono y emoción y sugerir valores espirituales. Así por ejemplo, en el retrato de Mujer con un abanico de plumas de avestruz, es el intangible juego de la luz y de la sombra lo que crea un aire de introspección. La retratada aparece apartada