ISBN 0124-0854
N º 128 Diciembre de 2006 llevó todas las plantas, y no había regresado a finales de la siguiente primavera, cuando la esposa de Ma se enfermó y murió. Ma quería casarse con la hermana de Tao, Huang Hua, pero cuando fue a proponérselo, aunque la muchacha se sonrió como si no le disgustara la idea, le dijo que tenía que esperar hasta que su hermano regresara.
Transcurrió más de un año, sin embargo, y Tao no regresaba. Huang Hua hizo que su servidumbre sembrara crisantemos tal como Tao acostumbraba, y el dinero continuó fluyendo en cantidades. Compró cien hectáreas en las afueras del pueblo, y procuró que la casa fuera aún más espléndida. Fue entonces cuando un amigo del oeste de Guangdong llegó con una carta de Tao para Ma, pidiéndole que se casara con Huang Hua. Estaba fechada el día en que la esposa de Ma murió; exactamente cuarenta y tres meses, recordó después del banquete, en el jardín. Asombrado, le mostró la carta a Huang Hua y le preguntó:— ¿ A dónde debo enviar los regalos de boda? Pero ella se negó a aceptar cualquier regalo, y como la casa propia de Ma estaba deteriorada, lo instó a que se mudara a la suya. A lo que Ma, sin embargo, no estaba dispuesto. Así que eligieron una fecha propicia y se casaron como Dios manda.
Después del matrimonio, Huang Hua hizo que abrieran una puerta en la pared que daba a la
casa de atrás, la que cruzaba todos los días para controlar a la servidumbre. Avergonzado por vivir a costa de su esposa, Ma le dijo que llevara las cuentas de ambas casas por separado, pero ella continuó trayendo todo lo necesario de la casa más grande, hasta que, en menos de medio año, la casa de Ma se llenó con las pertenencias de Tao. Ma ordenó a sus hombres devolver hasta el último artículo, pero no pasaron diez días antes de que todo estuviera revuelto otra vez. Esto ocurrió varias veces, hasta que la desesperación de Ma fue total.
Huang Hua se reía y bromeaba:
—¿ No estás cansado de ser pobre y honrado?
Esas palabras hicieron que Ma se avergonzara, se abstuviera de quejarse, y dejara todo en manos de su esposa, que enseguida trajo obreros y materiales para iniciar la remodelación, que su esposo no pudo detener. En cuestión de meses, los dos edificios quedaron unidos por nuevas construcciones. Sin embargo, por solicitud de Ma, Huang Hua dejó de vender crisantemos; aún así, vivían con mayor elegancia que las familias ricas y tradicionales. Ma no se sentía bien con esta situación y se quejó:
—¡ Durante treinta años he sido pobre y honrado, pero mírame ahora! Estoy pegado a tu falda. ¡ Esto no es vida para un hombre!