ISBN 0124-0854
N º 128 Diciembre de 2006 hacerle un comentario hiriente; en ese momento, el joven salió, lo tomó de la mano y lo condujo adentro. Sólo entonces, Ma se dio cuenta de que los trescientos metros cuadrados de terreno baldío se habían convertido en un vivero donde no quedaba ni un centímetro de tierra sin aprovechar. De las plantas que desenterraban para desechar, Tao sacaba estacas para plantar, y todas las flores en su parcela daban unos ramilletes espléndidos. Al examinarlos con mayor atención, Ma se dio cuenta de que eran las plantas que había arrancado y botado.
— ¿ Cómo puedes estar seguro?
Tao sonrió sin contestar, y después de compartir un rato agradable, se marcharon.
Al día siguiente, cuando Ma volvió, para su sorpresa se dio cuenta de que las estacas enterradas el día anterior ahora medían más de treinta centímetros. Se empeñó en que le contaran cómo habían hecho.— Es un secreto,— le respondió Tao—. De todos modos no lo necesitas para ganarte la vida.
Mientras tanto, Tao fue adentro a traer vino y comida, los que dispuso cerca de las flores.— La pobreza terminó con mis elevados principios— bromeó—. En estos últimos días he ganado suficiente para invitarte a un trago.
En ese momento, su hermana lo llamó desde la casa, y Tao entró para después regresar con algunos manjares.
Ma le preguntó:
—¿ Por qué tu hermana nunca se ha casado?
— Todavía no es el momento— le dijo Tao.
— ¿ Cuándo será?— Dentro de cuarenta y tres meses.
Algunos días después, cuando la clientela disminuyó, Tao envolvió las flores en esteras de paja, las cargó en carretas y se marchó. Regresó al año siguiente, casi a mediados de la primavera, trayendo carretadas de flores exóticas del sur. Abrió una floristería en la capital, vendió todo en diez días y regresó a casa para cultivar más crisantemos. Los que le habían comprado flores el año anterior y las habían conservado, le contaron a Ma que las plantas se habían secado en la siguiente estación. Así que regresaron a comprar más, y Tao se volvió cada vez más y más rico. El año siguiente, su hermana y él ampliaron la casa; un año después, construyeron una mansión. Hacían lo que querían sin tener que pedirle ayuda a Ma. A estas alturas, las eras de flores llenaban el patio, así que compraron otra parcela y la cercaron para sembrar crisantemos. Ese otoño, una vez más, Tao se