Agenda Cultural UdeA - Año 2006 DICIEMBRE | Page 7

ISBN 0124-0854
N º 128 Diciembre de 2006 unos veinte años. Con la mirada fija en su hermano, le dijo:
— No tengo ningún inconveniente con un alojamiento modesto, siempre y cuando el patio sea amplio. Ma les aseguró que así era, y lo acompañaron de regreso.
En un baldío detrás de la casa de Ma se levantaba una casita rústica; a Tao le encantó el lugar, y allí se acomodaron. Todos los días se dirigía al patio del frente de Ma para cuidar los crisantemos, y podía revivir una planta marchita arrancándola y sembrándola de nuevo. Él y su hermana vivían con moderación; sin embargo, todos los días compartían los alimentos con Ma, y, según parece, nunca cocinaban en su propia cocina. La esposa de Ma, descendiente de la familia Lu, se encariñó con la hermana de Tao, y con frecuencia les enviaba algunas raciones de arroz. La hermana, Huang Hua, era una compañía sumamente amena que con frecuencia se aparecía en la casa de la señora Ma. Las dos se sentaban juntas a coser.
Un día, Tao le dijo a Ma:— Tu familia no tiene muchos medios, mi amigo; sin embargo, nosotros estamos aquí importunándolos todos los días con la comida. Esto no puede seguir así. Tengo la idea de comenzar a vender crisantemos para ganarme la vida.
El riguroso sentido moral de Ma hizo que se ofendiera con el comentario.— Creí que eras un sabio altruista, complacido con la pobreza— le dijo—. ¡ Este proyecto tuyo de comerciar con crisantemos es un insulto a la flor!
— Trabajar para ganarse la vida no es avaricia— le replicó Tao sonriendo—. Vender flores no es algo de lo que haya que avergonzarse. No cabe duda de que los hombres no deben entregarse a la búsqueda de la riqueza, pero tampoco es necesario que se empeñen en la pobreza.
Como Ma no dijo nada, Tao se levantó y se fue. Después del incidente, se llevó los ramitas rotas y las plantas defectuosas que Ma desechaba, y sólo volvió a ir a comer donde su amigo con invitación previa.
Cuando los crisantemos estaban a punto de florecer, para sorpresa de Ma, el alboroto en el portal de Tao era como el de un mercado. Fue a mirar, y vio que la gente del pueblo compraba flores. Entraban por cantidades, uno tras otro, y cargaban las plantas o las llevaban en carretas; unos ejemplares excepcionales que Ma nunca antes había visto. Disgustado por el comportamiento materialista de Tao, Ma quiso pelearle, aunque deseaba con desesperación algunas de esas plantas extraordinarias. Fue a la puerta de Tao para