ISBN 0124-0854
N º 128 Diciembre de 2006
Durante todo el día , el hombre de nieve permaneció de pie mirando la pieza a través de la ventana ; en el crepúsculo , la pieza se tornó más seductora , iluminada por la estufa con una dulzura que ni la luna ni el sol poseen ; sólo la estufa puede iluminar así , cuando está cargada . Si abrían la puerta , la llama salía , como era su costumbre ; flameaba , roja , sobre la blanca figura del hombre de nieve ; el fulgor se extendía hasta su pecho .
— No puedo resistir , — dijo . ¡ Qué bien se ve sacando la lengua ! cristales no querían descongelarse , el hombre de nieve no podía verla . Todo crujía ; era un tiempo que debía agradarle , pero él no estaba contento . Podría y debería sentirse feliz , mas no lo era ; le faltaba la estufa .
— Es una triste enfermedad para un hombre de nieve , dijo el perro encadenado ; también he padecido un poco esa enfermedad , pero la he controlado , ¡ guau !¡ Guau !... Ahora el tiempo va a cambiar .
Y el tiempo cambió : llegó el deshielo .
La noche fue muy larga , pero no para el hombre de nieve , consagrado a sus fantásticos pensamientos , que se helaban hasta crujir .
El deshielo creció , el hombre de nieve decreció . No dijo nada , no se quejó , y esto fue la verdadera señal .
Una mañana , el hombre de nieve se
Al amanecer , las ventanas del sótano se hallaban cubiertas de escarcha ; lucían las más encantadoras flores de hielo que un hombre de nieve pudiese desear , pero éstas ocultaban la estufa . Los
desmoronó . Una especie de palo de escoba quedó clavado en el lugar donde él había estado ; alrededor de ese palo , los niños lo habían construido .