Agenda Cultural UdeA - Año 2006 ABRIL | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 120 Abril de 2006
Ese fresco tambor no se sabe en dónde.(“ Sequía”). Otra vez, algo que desde el poema es reflexión sobre la poesía. Ese ascetismo en la expresión que aspira a la inocencia, a la palabra fundada en el despojo:“ Mira, mira estos campos que por nada te ofrecen su extendida cosecha de belleza”.(“ Paisaje”).
Si de alguna manera puede definirse a Aurelio Arturo, quizá sea como traductor de sí mismo, como alguien que se escucha atentamente en el silencio para oír el cauce secreto de sus voces. Así como alguien recuesta su oído en la carrilera para saber si el tren se avecina, o como el hombre de campo que hace una lectura de las horas en el dorar de la tarde, el poeta de Morada al Sur se escucha a sí mismo para dar salida al dictado de sus ritmos.
Aurelio Arturo vino a cambiar la música vieja, cansada, de la poesía colombiana: para ello no necesitó grandes alardes ni grandes manifiestos. Lo hace con discreción, desde la publicación en 1942 de su poema“ Morada al Sur”, el mismo año en que Porfirio Barba Jacob edita El corazón iluminado. De allí a esta parte, no hay casi ningún poeta colombiano que no se sienta atraído y deslumbrado por la serenidad de sus palabras.
Creo intuir que más allá de la factura impecable de los poemas de Arturo, de su vigilia y forcejeo con el lenguaje, sus versos nacen de una imagen suscitada por un ritmo, de la cual se desprende todo el cuerpo del poema. Otra vez, en poemas como“ Lluvias”, el texto parece, además de una descripción de los ideogramas del agua en un paisaje pluvial, estar dando cuenta de su propia escritura. Si en lugar de la lluvia pensamos en la palabra, si el silabario de las gotas lo cambiamos por el silabario de las palabras, sentimos cómo el poeta nos habla en una lengua que habla de sí misma:
ocurre así
la lluvia
comienza un pausado silabeo
en los lindos claros del bosque
donde el sol trisca y va juntando
las lentas sílabas y entonces
suelta la cantinela
así principian esas lluvias inmemoriales
de voz quejumbrosa
que hablan de edades primitivas
y arrullan generaciones
y siguen narrando catástrofes