ISBN 0124-0854
N º 114 Septiembre 2005
danzamos con vestidos
especiales, y hacemos figuras que representan nuestros oficios
diarios, nuestra historia o que imitan los movimientos de la naturaleza. Esa habilidad que reposa en nuestro cuerpo para sentir la
música y comunicarnos por medio de la danza, la adquirimos viendo y practicando con la comunidad. Por eso las danzas son parte de nuestro patrimonio inmaterial. El pueblo indígena wayuu de la Guajira danza la yonna. En ésta la mujer simboliza el viento que pone a prueba la fuerza del hombre, intentando tumbarlo, mientras él baila dando pasos hacia atrás al ritmo de un tambor. caja o redoblante. Con esta danza colectiva, los wayuu celebran matrimonios, logros en los negocios y agradecen a los espíritus por curar a los enfermos. En los carnavales de Barranquilla participa desde 1919 la danza de los gallinazas o de los galeras. Al son del acordeón, la dulzaina y el redoblante, con máscaras y disfraces de galeras, teatralizan el momento en que una bandada de estas aves carroñeras baja a devorar un animal muerto y cruza versos con el cazador y su perro que tratan de impedir el acto. En la región del Pacífico bailan la jota, la polka, la contradanza, la mazurka, el currulao, la juga y el bunde. Todas son parte de la herencia vigente de los esclavos llegados de África. En el currulso, mientras la mujer agita su falda suavemente y da pasos cortos de manera coqueta alrededor del hombre, él zapatea, salta y hace flexiones con su cuerpo. Ambos baten sus pañuelos y marcan el ritmo de los bombos, cununos, guasá, marimba y canto de las mujeres. Para los caleños y para muchos colombianos, bai lar salsa hace parte de la identidad. Esta música es el resultado del encuentro de ritmos caribeños con el jazz en