ISBN 0124-0854
N º 115 Noviembre 2005 consiste en observar, en acumular datos experimentales para deducir de ellos una teoría. Se puede perfectamente estar examinando durante años un objeto sin que ello redunde jamás en una observación de interés científico. Para aportar una observación que posea algún valor científico es necesario, de entrada, tener una cierta idea de lo que hay que observar. Es preciso haber tomado una decisión acerca de lo que es posible. La ciencia evoluciona a menudo porque de repente se aclara un aspecto todavía desconocido de las cosas, y no siempre como consecuencia de la aparición de nueva instrumentación, sino gracias a una nueva manera de examinar los objetos, de darles un nuevo enfoque; enfoque que está necesariamente guiado por una cierta idea de lo que puede ser « la realidad ». Siempre conlleva una cierta concepción de lo desconocido, de esa zona situada algo más allá de lo que la lógica y la experiencia autorizan a creer. Según palabras de Peter Medawar( 1 l, la investigación científica siempre empieza por la invención de un mundo posible, o de un fragmento de un mundo posible. Así comienza también el pensamiento mítico. Pero este último se detiene ahí. Después de construir lo que considera no sólo el mejor de los mundos sino el único posible, inserta sin dificultad la realidad en el marco que acaba de crear. Cada hecho, cada acontecimiento se
interpreta como un signo emitido por las fuerzas que gobiernan el mundo y, por ello mismo, demuestra su existencia y su importancia. Para el pensamiento científico, en cambio, la imaginación no es más que un elemento del juego. En cada etapa, necesita exponerse a la crítica y a la experiencia para limitar lo que es mera ensoñación en la imagen del mundo que elabora. Para la ciencia hay muchos mundos posibles, pero el único interesante es el que existe y que, desde hace mucho tiempo, ha demostrado funcionar. El proceso científico establece una continua confrontación entre lo que podría ser y lo que es. Es el medio de construir una representación del mundo cada vez más próxima de lo que llamamos « la realidad ». Una de las funciones principales de los mitos ha sido siempre la de ayudar a los seres humanos a soportar la angustia y lo absurdo de su condición. Tratan de dar un sentido a la visión desconcertante que el hombre configura a partir de su experiencia, infundirle confianza en la vida pese a las vicisitudes, el sufrimiento y la miseria. Por tanto, la visión del mundo que proponen los mitos está estrechamente ligada a la vida cotidiana y a las emociones humanas. Además, en una cultura dada, un mito que se repite bajo la misma forma, con las mismas palabras, de generación en generación, no es únicamente una historia de la que pueden sacarse conclusiones acerca del mundo. Un