Agenda Cultural UdeA - Año 2005 NOVIEMBRE | Page 13

ISBN 0124-0854
N º 115 Noviembre 2005 chocante que sea, como el resultado, por muy nuevo que resulte. Hace ya bastante que los científicos han renunciado a la idea de una verdad última e intangible, imagen exacta de una " realidad " en espera de ser develada. En la actualidad saben que tienen que contentarse con lo parcial y lo provisional. Esta actitud choca a veces con la tendencia natural del espíritu humano a reclamar unidad y coherencia en su representación del mundo bajo las formas más diversas. De hecho, ese conflicto entre lo universal y lo local, entre lo eterno y lo provisional, reaparece periódicamente en una serie de polémicas que enfrentan a los que rechazan una visión total e impuesta del mundo con los que la necesitan imperiosamente. Pocos consiguen aceptar que la vida y el hombre se han convertido en objetos de investigación y no de revelación. Desde hace unos cuantos años, a los científicos se les hacen muchos reproches. Se les acusa de no tener ni corazón ni conciencia, de no tener interés por el resto de la humanidad; e incluso de ser individuos peligrosos que no dudan en descubrir medios de destrucción
y de coerción y en utilizarlos. Es un alto honor. La proporción de imbéciles e ineptos es una constante que aparece en todas las muestras de una población, en la comunidad científica y en el mundo de los agentes de seguros, entre los escritores y los campesinos, entre el clero y la clase política. y, a pesar del Dr. Frankestein y el Dr. Extrañoamor, las catástrofes de la historia se deben menos a los científicos que a los sacerdotes y a los políticos. No sólo por intereses se matan los hombres entre sí. También por dogma tismo. Nada hay tan peligroso como la certeza de tener razón. Nada resulta tan destructivo como la obsesión de una verdad tenida por absoluta. Todos los crímenes de la historia son consecuencia de algún fanatismo. Todas las matanzas se han llevado a cabo en nombre de la virtud, de la religión verdadera, del nacionalismo legítimo, de la política idónea, de la ideología justa; en pocas palabras, en nombre del combate contra la verdad del otro, del combate contra Satán. Esa frialdad y esa objetividad que se reprochan tan frecuentemente a los